viernes, 25 de febrero de 2011

Una ventana a las sombras

En eso se ha convertido mi cabeza: en una ventana abierta por la que se cuela el pasado de los demás. Y no estoy muy satisfecha.

El pasado nos pertenece. Nada hay tan nuestro como aquello que hemos vivido. Y hay algo terrible en pensar que por culpa de mi don, el pasado de otros está expuesto a mi mirada.

No es culpa mía, claro; no puedo evitarlo. Pero no me gusta. Ayer Tara me agarró del brazo y la vi discutiendo con su madre. Mamá me abrazó y la vi paseando por París con Mi padre (antes de que papá se volviera gilipollas, claro). Victor me rozó al pasar y vi a un niño triste haciendo una maleta.

Víctor.

Me había prometido no volver a hablar de él, mucho menos a escribir. Me había prometido no pensar en Víctor, no recordar a Víctor.

Claro que esto tampoco es culpa mía ¿no?

No puedo evitarlo. Ni lo de Víctor ni lo de las visiones.

Por fortuna, hasta ahora no he visto nada muy privado. Solo escenas domésticas, cosas sin ninguna importancia. Pero me pregunto qué pasará el día que esto cambie.

El día que vea algo más.

Algo que nadie debería haber visto.

domingo, 13 de febrero de 2011

La madre de Tara

Fue así como me enteré de porqué razón la madre de Tara parece estar siempre triste.

Me enteré porque me dio una brazo. Parece una tontería ¿verdad? Me dio un abrazo y vi en mi cabeza algo que no pude entender, o al menos no inmediatamente.

Vi a la madre de Tara llorando desesperada, como si fuese la persona más desdichada del mundo,como si ya nada le importase más que sus lágrimas y su desesperación.

Aquello no duró mucho, por fortuna. Pero fue tan claro, tan real, que el corazón casi se me para y me puse pálida como la pared. Tuve que meterme en el baño y lavarme  con agua helada. Por cierto, un consejo: para tranquilizaros, para que el pulso vuelva a su sitio, nada como dejar caer agua muy fría sobre las muñecas. Es muy extraño, pero sirve para desacelerar el corazón.

Y eso fue lo que hice yo mientras, desde el otro lado de la puerta, Tara me preguntaba si me encontraba bien.

Encontrarse bien. Ya. Es que eso es muy relativo.

No comenté nada a nadie. Ni a mi madre, ni a Tara. Comí con ellas dos intentando prestar atención a lo que contaban, aunque la cabeza se me iba constantemente ala escena que acababa de ver dentro de mí.

Luego, cuando me iba a marchar, me fijé en una foto en que la madre de Tara, mucho más joven, sujetaba en brazos a un bebé guapo y regordete.

- ¿Eres tú?- le pregunté a Tara
- No - contestó - es mi hermana.
- ¿Y dónde está ahora?
- En ningún sitio. Murió hace catorce años, al poco de nacer yo.

Así que era eso loque había visto: a la una madre que había perdido a su hija.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Ver el pasado

Nieva en Bline, como siempre.Estoy sola en mi habitación mientras el viento sopla fuera y los copos se estrellan contra la ventana de esta casita de cuento de hadas en la que vivo ahora.

Tengo muchas cosas en la cabeza. A Víctor, desde luego. Pero no solo a él.

Porque los problemas surgen cuando menos lo esperamos. Y, sobre todo, en el último sitio en el que esperábamos encontrarlos.

Ya sé que no soy muy explícita, pero esto es todo lo que puedo contaros.

Cuando era pequeña, soñaba con poder ver el futuro. Ver lo que iba a ocurrir, a mí o a otras personas. Poder prevenir desastres, por ejemplo. Advertir de la posibilidad de un accidente, de una catástrofe, de cualquier cosa que pudiese hacer daño a alguien.

De toda la lista de superpoderes, ninguno me parecía tan útil como el de poder ver el futuro.

Pero nunca pensé en qué ocurriría si, de pronto, adquiriese la facultad de ver el pasado. Pero no el mío. El de otros. Tener una ventana abierta a las sombras de otras personas. A los secretos más oscuros. A esa parte de la memoria que todos preferimos que permanezca dormida.

No todas las cosas que nos han ocurrido deben ser recordadas. Y, sobre todo, muchas de ellas no deberían ser jamás conocidas por alguien distinto a nosotros. ¿Te gustaría que un desconocido pudiese un buen día meter la nariz en tus recuerdos?

Pues me he dado cuenta de que yo sí puedo.

Me llamo Valeria Oriol Alexandre, y acabo de darme cuenta de que puedo ver el pasado de otras personas sólo con tocarlas.