viernes, 31 de diciembre de 2010

Se acaba el año

Se acaba un año difícil. Ya sabéis porqué, así que prefiero no volver sobre el asunto, que repite más que un helado de chorizo.

No sé que ocurrirá en 2011. De hecho, supongo que nadie lo sabe. Ojalá pudiese ver el futuro. Pero eso no es posible. Lo único que se puede es mirar al pasado y ¿de verdad el pasado interesa a alguien?

Yo estoy harta de pensar en el pasado, y por eso, cuando tome la última uva, pediré un deseo: borrar para siempre estos meses que han quedado atrás.

La única cosa buena que me han traído estos tiempos es, precisamente, este blog y todas las personas que los siguen: más de dieciséis mil, según el contador. Me parece una pasada.

Gracias, gracias, gracias por haber estado ahí durante estas semanas tan duras. Hablar de lo que me pasaba, de lo que sentía, lo ha hecho todo un poco más llevadero.

Y ahora... pues ya veremos. Sé que mi madre prepara algo - se ha pasado la tarde colgada del teléfono - pero no quiere decirme qué. Y yo... no sé. Prefiero dejar que sea ella quien hable.

En cuanto a mí, solo quiero escribir el último post del año para desearos lo mejor en todos los sentidos. Espero que 2011 sea el año en el que se cumplan TODOS vuestros sueños.

Un abrazo para mis amigos virtuales

Valeria

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Otras posibilidades

Ayer hablé con mi madre de la llamada de Silvia. Se quedó con los ojos como platos, claro.

- Esa niña es un mal bicho. Debería hablar con su madre...

(Lo que faltaba. Mi madre de soplona)

- Ni se te ocurra. No serviría de nada...

(Bueno, sí serviría para algo. Para que se riese un poco más de mí)

Por fortuna, creo que le quité la idea de la cabeza. Aceptémoslo: Silvia había conseguido su propósito de amargarme la vida. El premio de consolación para mí era el haberle destrozado la vespino. No es gran cosa, pero menos da una piedra.

Ya me veía pasando el resto de mi vida con el cartelito de la suicida, de la pringada, de la abandonada. Un planazo, lo mío. Y así se lo dije a mi madre:

- Creo que, vaya a donde vaya, me mude a la urba que sea, Silvia será capaz de encontrarme y de contar a todo el mundo quien soy y todo lo que me ha ocurrido. Y cuanto antes lo acepte, muchísimo mejor. 

Mi madre se me quedó mirando, muy seria. Luego se sentó a mi lado y me dio un abrazo, pero no uno de esos abrazos pegajosos de madre. Era como un abrazo de amiga. De persona mayor.

- No tires la toalla, Valeria. Hay otras posibilidades. Tú déjame a mí. Se me ocurrirá algo, ya lo verás.

Otras posibilidades... si mi madre lo dice...

¿Qué opinas tú?

lunes, 27 de diciembre de 2010

Y muuucho mal rollo

Ya os lo contaba ayer: mi madre está buscando casa nueva. Supongo que no es mala idea eso de mudarnos. Otra casa, otra urba. Y otro colegio, claro. Otro colegio donde nadie me conozca y no haya chicos y chicas recordando constantemente estos tres meses tan malos.

Pasada la sorpresa le dije a mi madre que me parecía bien su idea. Hoy mismo habló con el tipo de la inmobiliaria, que no tardó ni una hora en presentarse en casa para tasarla y meterla en su base de datos.

Así que supongo que ya está: un capítulo de mi vida de los últimos años está a punto de cerrarse para siempre, aunque supongo que lo que debo pensar es en el que está a punto de abrirse. Los cambios son buenos ¿no?

Eso fue lo que pensé durante todo el día. Y en eso estaba pensando cuando sonó mi móvil.

Casi me caigo de espaldas al ver que en la pantalla brillaba el nombre de Silvia. Silvia, mi antigua amiga. Silvia, la que se enrolló con mi novio a mis espaldas. Silvia, la que promovió una campaña en mi contra que hizo que toda la clase me condenase al aislamiento. Silvia.

Tardé un poco en contestar. Tuve que tragar saliva y respirar hondo. Cuando al fin lo hice y escuché a mi exmejor amiga me sentí muy rara.

"- Hola, Valeria"
"- Hola. Feliz Navidad"

(Es lo que se dice en esta época ¿no? Paz a los hombres de buena voluntad, y todo eso...)

"- Ya. ¿Cómo estás?"

(¿De verdad se interesaba por mí? ¿Se trataba de un milagro navideño o algo así?

"- Bien. ¿Y tú?"
"- Muy bien. Aunque no tengo vespino ¿sabes? Una loca la arrolló con el coche antes de estrellarse contra el muro de mis padres. Seguro que sabes de qué hablo"

(Ay, ay, ay)

"- Silvia... no podemos...?
"- No. No podemos nada. Y que sepas que no he llamado para que me cuentes tu vida. Sé que vas a mudarte"

(Pero bueno... ¿qué pasa con esta? ¿trabaja en la CIA o algo así?)

"- ¿Y como te has enterado?"
"- Porque un amigo de mi madre trabaja en la inmobiliaria a la que hoy llamó tu madre para vender vuestra casa y comprar la de la otra urba en Majadahonda. "Los sauces" ¿verdad?"

(Mierda. Verdad de la buena. La urba a la que mi madre quería que nos mudásemos se llama así.)

"_ no estoy segura"
"- Pues yo sí. Sólo quiero que te quede claro que una prima mía vive también allí. Irás a su colegio.Y que pienso hablar con ella para que los chicos de "Los sauces" te den la bienvenida que te mereces"

Y colgó. Y me quedé allí, con el teléfono en la mano y ganas de que se me tragara la tierra.

Silvia acababa de echar por tierra mi próxima oportunidad

domingo, 26 de diciembre de 2010

Navidades chunnnngassss

Esta Nochebuena ha sido más bien triste, como os podéis imaginar. Vinieron mis abuelos, que estaban como de funeral, pendientes de su hija la separada y su nieta la presunta suicida. Mi abuela suspiraba de vez en cuando, y meneaba la cabeza como dicendo "¡qué desgracia tan grande ha caído sobre nuestra familia!".

A mi abuelo no se le notaba tanto el mal rollo, pero también le llegaba.

Ayer, que fue Navidad, comimos con una amiga de mi madre y con su marido, que es uno de esos tíos que quieren ir de graciosos y al final resultan patéticos porque no hacen más que gastar bromas de las que no se ríe nadie.

Hoy, por fin, estuvimos solas mamá y yo. Y lo prefiero: por lo menos nos libramos de caras largas y de coñas marineras de un cretino que debería aprender a callarse. Nos fuimos a comer fuera, tan a gusto las dos, y luego dimos un paseo en coche. Mamá dejó atrás Pozuelo, y nos fuimos en coche hasta Majadahonda. Allí me enseñó una urba.

Un urba bastante parecida a la nuestra: en Madrid, todas las urbas se parecen unas a otra como si fueran clónicas.
- ¿Qué te parece, Valeria?
- Psch...

Lo dicho, que no había mucho que opinar.

- ¿Recuerdas que te hablé de cambiar de aires?
- Ajá...
- Pues estoy pensando en mudarnos a esta urbanización. Hay una casa a la venta que está bastante bien de precio.
- ¿Y qué va a pasar con nuestra casa?

Se quedó pensando

- Pues la venderemos, supongo... además, hay que pensar que esa casa la compramos tu padre y yo. No sería justo que tú y yo nos quedásemos a vivir en ella y que él tuviese que alquilarse un apartamento. Lo lógico es venderla y repartirnos el dinero.

Ahora fui yo la que me quedé callada. Así que era definitivo: papá y mamá no volverían a estar juntos nunca más. Lo único que tenían en común  éramos yo y la casa.

Y la casa iba a venderse, ya me lo veía yo venir.

Pensaréis que soy una estúpida, pero me eché a llorar.

martes, 21 de diciembre de 2010

¿Cambio de aires?

No sé qué quiere decir mi madre exactamente con eso de cambiar de aires, pero me lo puedo imaginar.

Una nueva casa, seguro. Una casa distinta, en otra urba, donde no haya malos recuerdos ni nada parecido. Y no me parece mal. No es que me gusten los cambios, pero si nos mudamos al otro extremo de la ciudad eso implicará también un colegio nuevo, cosa que me vendría de perlas.

Esta mañana vino la fisio y me dijo que estaba mejorando mucho. Me dieron ganas de decirle: "Vale, y ahora ¿cuáles son las buenas noticias?". Porque una vez que pierna se cure del todo, no me libre ni un milagro de volver a clase.

Ya sé que me pongo cantidad de pesada con ese tema, pero ¿qué hariais vosotros en mi lugar? ¿Os moriríais  de ganas de regresar a un sitio donde nadie os espera? ¿Dónde nadie os quiere?

Ya sé que os vais a reir de mí, pero al principio pensaba que después de mi accidente cambiarían las cosas. Que Silvia, incluso J., reconsiderarían su actitud hacia mí.

Que, una vez supiesen que había estado a punto de matarme, se darían cuenta de lo injustos que habían sido conmigo.

Pero nada de eso ha ocurrido. Sigo sin recibir visitas, ni llamadas, ni noticias de las personas que fueron mis amigos durante muchos años.

Por eso el cambio de aires no es solo una posibilidad, sino algo que necesito profundamente.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Mi madre tiene un plan

Pues eso: mi madre tiene algo en la cabeza. Y os aseguro que, cuando eso ocurre, es un verdadero peligro.

Fue a raíz de la visita de la dichosa Memé y su comentario sobre que las cosas no podían seguir así. Supongo que se refiere a que no puede consentir que todo el mundo ande por ahí hablando de su hija la suicida. Porque supongo que eso es lo que soy.

No sé como piensa arreglarlo mamá. Tal vez haciéndome una campaña de imagen o algo así. Podemos encargar camisetas con mi foto que digan "Valeria ama la vida", por ejemplo. O alquilar una valla publicitaria junto al centro comercial y poner un mensaje en plan "Valeria nunca quiso matarse".

Ya sé que es una tontería, pero no se me ocurre nada más. Todo el mundo quiere que intenté irme al otro barrio, y no veo como puedo corregir eso.

Tal vez lo mejor sería dejar que la gente pensase lo que le diera la gana. Después de todo lo que hemos pasado ¿qué nos importa a nosotras lo que desconocidos como Memé y compañía piensen o dejen de pensar?

Lo malo es que a mamá parece importarle mucho. Y, en el fondo, supongo que a mí también me importa. Por eso no quiero volver al colegio. Porque también allí me han colocado una etiqueta que no sé cómo demonios voy a quitarme.

Así que quizá mi madre tenga razón: habría que hacer algo. Seguro que a ella, que es muy lista, se le ocurre una solución.

O quizá ya se le ha ocurrido. Porque hoy, cuando acabamos de comer, se me acercó y me hizo una pregunta muy rara

"Valeria ¿qué te parecería cambiar de aires?"

jueves, 16 de diciembre de 2010

La vecina: segunda parte

Bueno, os estaba contando lo de Memé.Ya os dije que me fui a la cocina mientras mamá y ella se tomaban los pasteles que había traído. Me imagino que mi madre estaría estrujándose el cerebro para decirle algo, porque apenas la conoce. Pero no hacía falta tanto esfuerzo porque, de todas formas, Memé venía con la intención de ser ella quien hablara.

"- Hace tiempo que debería haber venido por aquí... cuando me enteré de que tu marido te había dejado por otra... bueno, me quedé de piedra. No es que sea nada raro, por supuesto. Ocurre a menudo. Fíjate en mí. Claro que lo tuyo es peor, porque te ha dejado con una cría".

(Me hubiese gustado tener rayos x en los ojos para ver la cara que estaba poniendo mi madre)

"- A mí, por lo menos, Alonso sólo me dejó a Cuqui y a Lina"

(Supongo que Cuqui y Lina son sus dos perros repelentes. Mira que me gustan a mí los animales, pero cada vez que veo a esos dos chuchos me entran ganas de pelarlos al cero, para comprobar cómo se quedan en nada.)

"- El caso es que quería venir para ofrecerte mi apoyo, pero pensé que no era el momento. Tú no me conoces mucho, pero soy una persona suppppperrrrrr prudente".

(Si, no hay más que verte. Eres la prudencia y la discreción personificadas)

- Pero claro, ahora he sabido lo de la niña, y creí que debía venir. Lo siento muchísimo.

- Bueno, ha sido un susto muy grande, pero Valeria ya está muy recuperada, y el médico dice que la pierna le va a quedar perfecta

- ¡Dora! No estoy hablando de su pierna

(Otra vez mamá poniendo, seguro, cara de flipada)

- ¿Ah, no?

- Hablo de... de su estado mental.

(Mi estado mental. Así que esa imbécil había venido con sus pastelitos a hablar de mi estado mental...)

- No sé a qué te refieres...
- Dora... no tienes porqué fingir conmigo. Puedes confiar en mí. Todo el mundo en la urba sabe lo que le pasó a tu hija. Intentó suicidarse, querida... y eso no es algo muy tranquilizador.

(Hubo un silencio. Supongo que Memé debía estar comiéndose uno de sus dulces)

- Mira, Dora, el perfil del suicida es complicado. El marido de una amiga es psiquiatra y me lo explicó muy clarito. Lo intentan una y otra vez hasta que lo consiguen. Esta vez tu hija ha fallado. Pero quién sabe lo que puede ocurrir en otra ocasión. Imagina, no sé, que le da por abrir el gas.

- No tenemos gas...

- Pues otra cosa. Dora, ya sé que es difícil, pero es mejor tomar el toro por los cuernos. Deberías plantearte el internar a la niña.

(¡¡¡¿Cómo?!!!)

- Me he permitido hacer unas averiguaciones. Hay un centro para adolescentes difíciles en la sierra. Tengo contactos allí, puedo conseguirte una cita. Y si no puedes pagarlo, yo...

- ¡Se acabó!

(¡¡Ostras!! Mamá gritando... mamá cabreada...esta sí que va a ser buena...)

- Pero ¿tú quien piensas que eres? ¿Crees que puedes venir a mi casa con unos pasteles a decirme que mi hija está loca? ¿A meterte en nuestra vida? Escúchame bien, Memé.. no te conozco de nada. Y no te conozco porque eres una de esas personas que no me interesa lo más mínimo. No hay nada en ti que merezca la pena. Por eso te he ignorado siempre hasta ahora. Pero, ya que has venido a mi casa a darme consejos, te diré lo que pienso de ti: eres una de esas personas que están en el mundo para llenarlo todo de mierda...

(¡¡Mierda!!...¡Mi madre ha dicho mierda!... ¡Mi madre dice tacos!)

- ... así que solo te diré esto una vez... sal de mi casa y no vuelvas a dirigirme la palabra... y como vuelvas a acercarte a mi, como vuelvas a nombrar a mi hija, seré yo quien estrelle el coche contra algún sitio... tal vez contra tus perros asquerosos. De los que, por cierto, se ríe todo el vecindario por lo mucho que se parecen a ti.

En esperé sin éxito a que la tal Memé contestase algo, pero no lo hizo. Lo siguiente que escuché fue el ruido de la puerta. Salí de la cocina y fui al encuentro de mi madre. Estaba de pie, muy pálida

- Menuda capulla...

Fue todo loque le dije. Mamá se acercó a mí y me dio un abrazo. En contra de lo que suelo hacer, no solté un bufido.

- Esto no puede seguir así.

No sé si me gustó o no esa frase.

Tengo la impresión de que mi madre tiene el propósito de cambiar algunas cosas. Y no sé si quiero esos cambios.

martes, 14 de diciembre de 2010

La vecina de al lado

La vecina de al lado se llama Mercedes, pero quiere que la llamen Memé. Nunca he entendido porqué razón la gente prefiere andar por ahí paseando nombres absurdos. La tia Lou se llama Leonor, y ya veis...

El caso es que la tal Meme es de esas vecinas que se pasa la vida intentando enterarse de qué va la de los demás. Debe de tener muy poco que hacer. Le cuenta a todo el mundo que se divorció de un ricacho y está forrada. Tiene una casa que te mueres, con piscina y pista de paddle, un deportivo color rojo y dos abrigos de pieles.

Lo siento, pero a mi la gente que lleva pieles me da mal rollo. Hay que matar a muchos bichos para hacer un simple chaquetón, así que a saber cuantos pobres animales muertos lleva Memé en su abrigo largo hasta los pies.

Memé no trabaja -¿para qué, si su marido le ha dejado una pedazo de pensión? - y el tiempo que no está dándose masajes, poniéndose bótox o en la peluquería lo dedica a pasear a sus dos perros - tan estirados y tan cursis como ella - y a dar consejos a quien no se los pide.

Ayer, Memé se presentó en nuestra casa. Llevaba un gorro horrible como de castor, un abrigo nuevo hecho de animalitos y  una bandeja de pasteles. Mamá flipó:  hasta el momento apenas había cambiado con  Memé dos o tres frases, y solo por pura educación. Así que ni ella ni yo entendíamos a qué venía tanta amabilidad vecinal de la noche a la mañana.

Pero claro, hubo que invitarla a pasar. A mí, que estaba en el salón, me dio un abrazo de esos que parece que van a ahogarte, en plan como superemocionado. A mi madre le apretaba el brazo. Yo me di el piro, por supuesto. Si ya no me gusta mucho la gente mayor, imaginad lo que puede apetecerme pasar el rato con una tía chismosa que se mete hasta en los charcos. Ni siquiera quise coger un pastelito. A saber si tenían veneno o algo así. Una persona capaz de matar animales indefensos para hacerse un abrigo es capaz de cualquier cosa.

Me fui del salón, pero me quedé escuchando lo que Memé decía. Y no sé si preferiría no haberlo hecho.

Lo que oí desde la cocina prefiero contároslo mañana.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Volver al colegio

Mina Sousa me pregunta cuando voy a volver al colegio.

Pues mira, Mina, por mí no volvería nunca. Pero sé que tendré que hacerlo más tarde o más temprano. De momento, y con la pierna como la tengo, el médico ha dicho que debo estar en casa.

La verdad es que sigo necesitando reposo. Y la fisio, que por cierto es una mala bestia, viene tres horas al día y me deja hecha una mierda. El jueves pasado hasta lloré de dolor y todo.

Lo bueno de estar así, con muletas y tal, es que me puedo librar de ir a clase. Así que, por un lado, casi me alegro de seguir lesionada.

Por otro, pienso que es horrible estar así, sin poder valerme. Estos días pienso mucho en todas las personas que dependen de alguien para las cosas más pequeñas, y no como yo, que un día u otro me pondré bien - o eso asegura el médico, y la bestiaja de la fisio.

Pienso en aquellos que están verdaderamente mal. En chicos y chicas que tendrán que llevar muletas de por vida, y tal vez cosas peores. El otro día, en el centro comercial, vi a un chico muy guapo que iba en silla de ruedas. Cuando me miró supe lo que estaba pensando: que yo era más afortunada que él.

Yo también lo siento así: a pesar de mi pierna rota por tantos sitios, de todos mis problemas, del divorcio de mis padres y la putada que me hizo mi mejor amiga, sé que hay mucha gente que está peor que yo y no van por ahí quejándose todo el dia.

Llegará el momento de volver al colegio, y tendré que asumirlo. Pero, de momento, no sabéis cuánto me duele la pierna (je, je, je)

sábado, 11 de diciembre de 2010

Un paseo... y más cosas raras

He salido a la calle por primera vez en muchos días, con mi madre... y con muletas. Me sentía patosa y ridícula, pero mamá está empeñada en que tengo que recuperar la vida normal. Así que allá me fui, con mis cuatro piernas.

Cuando estábamos en el centro comercial, me ocurrió algo muy extraño. Estaba intentando entrar en el ascensor manejándome bastante mal con las muletas. Mi madre, que iba cagada de bolsas, no podía echarme una mano, y en ese momento un hombre vino en mi ayuda.

Era un señor mayor, con buena pinta. Uno de esos viejecitos que pueden salir en las películas haciendo de Santa Claus. Parecía muy buena persona, y cuando vio que tenía problemas me cogió por el brazo para ayudarme a entrar en el ascensor. Y entonces - y me resulta muy difícil de explicar - vi algo.

Entendedme: no lo vi delante de las narices, sino dentro de mi cabeza.

Vi a un hombre muy joven saliendo de una iglesia con una chica guapa vestida de novia, los dos felices, mientras les bombardeaban con arroz.

No duró mucho. Sólo unos segundos. Pero fue muy bonito.

No me preguntéis por qué, pero no tuve ninguna duda de que el hombre que había visto el día de su boda era el mismo anciano que se había acercado para ayudarme.

Y allí me quedé, con mis muletas... y hecha un completo lío.

Cada vez entiendo menos las cosas que me ocurren.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cosas extrañas

He pasado unos días sin escribir porque no sabía si contar o no lo que me está pasando. Son cosas extrañas, y ahora no hablo de la tía Lou, ni de Silvia y J.

Hace unos días que no duermo bien. A ver si me explico: no es que duerma mal, pero me paso la noche soñando con cosas que me han ocurrido.

Ya sé lo que estáis pensando: que sueño con el accidente, con el golpe en el coche, con el traslado al hospital. Pero no van por ahí los tiros.

Más bien sueño cosas que pasaron hace un millón de años. Sueño con una muñeca que me regalaron cuando era pequeñísima, en unas Navidades. Una muñeca con un vestido rosa que caminaba si le dabas la mano.

También soñé con mi abuelo, con el padre de mi padre, que se murió cuando yo tenía siete años. Ha vuelto a aparecer en mis sueños, jugando conmigo en el parque. Yo iba en un columpio y él  lo empujaba para que subiese más alto que los columpios de los otros niños. Fue un sueño muy bonito, porque era como si el abuelo estuviese vivo otra vez.

Ayer soñé con mi primer día de colegio, y con la cartera azul que estrenaba. Una cartera grande, de esas que se pueden poner a la espalda o agarrar por un asa. Lo recuerdo perfectamente porque a mitad de curso un boli rojo se me descargó dentro de la cartera y me quedé sin ella. Me llevó un disgusto enorme.

También soñé con unas vacaciones en la playa, en Menorca, cuando tenía cinco o seis años. Fue la primera vez que subí en barco, y me mareé. Lo curioso es que en el sueño casi podía notar las arcadas al vomitar por la borda.

Pero lo más curioso no es eso: es que todas esas cosas con las que sueño las tenía olvidadas. A mi abuelo solo lo recuerdo gracias a las fotos. De la cartera azul tampoco me acordaba. Ni mucho menos de la muñeca andarina - ¿quién se acuerda de sus muñecas? - ni del verano en Mallorca y la pota que eché al subir al barco.

Pero luego, al despertar después de haber soñado con todo eso, era como si me hubiese pasado todo la noche anterior.

¿Alguien entiendo lo que está pasando?

sábado, 4 de diciembre de 2010

La tia Lou viene de visita

Por lo visto hay un puente. Pues qué bien. Yo llevo de puente casi un mes, fijaos.

Llevo cinco días en casa, más bien aburrida. Ni siquiera he entrado en FB, no me preguntéis por qué. Simplemente, no me apetecía. Pero hoy me he levantado un poco más animada, y aquí estoy, volviendo a la carga.

¿Sabéis quien vino a visitarme ayer? Pues la tia Lou. Con dos c..., con perdón. Me trajo unas flores feísimas, rojas y tiesas,  una caja de bombones, y un osito con unos globos, como su tuviese siete años o fuese tonta perdida.

Que tengo quince tacos, joder. ¿A quién le interesa algo tan cursi como un osito rosa agarrando cuatro globitos ya medio deshinchados?

No le hice ni caso. Le dije que hacía siglos que no jugaba ni con osos ni con globos. Me preguntó si me gustaban las flores y le dije que sí, mucho, que me recordaban a las que usan para las coronas de los muertos. Y luego se empeñó la muy coñazo en que me comiese un bombón.

"-¿No quieres una chocolatina, Valeria?
- No, gracias, Lou
- Están muy buenas, me las han mandado de Suiza
- Qué bien, me encanta el rollo internacional.
- Venga, mujer, cómete una
- No, Lou. Tengo un estreñimiento de caballo y no creo que el chocolate sea lo mejor para soltarme"

Así de ordinaria me puse. Tendríais que haber visto la cara de mamá, la pobre, al comprobar lo malísimamente educada que está su hija y lo groseramente que se comporta su hija con las visitas.

Le dije a mamá y a Lou que me iba a la habitación porque me dolía mucho la cabeza, y cuando entró en mi cuarto a despedirse y comprobé que venía sola le eché una mirada de esas que se me dan tan bien. Una mirada asesina a tope.

- Valeria...

- Lou, solo te voy a decir una cosa: no me chupo el dedo. Así que prefiero que no vengas a esta casa, ni con bombones, con flores de muerto y con peluches horteras.

Me gustaría que vieseis la cara que se le quedó. Ahora ya sabe que lo sé todo.

Prometo no volver a estar tanto tiempo sin escribir.