lunes, 1 de noviembre de 2010

La tia Lou

Acaba de marcharse, la capulla. Estuvo aquí dos horas, haciéndose la simpática. Trajo una tarta que se supone que había hecho ella, y debía ser verdad porque estaba asquerosa. Una tarta reseca, con el chocolate medio quemado y el bizcocho duro como una piedra.

Luego se hizo la preocupada: "¿cómo estás? ¿cómo te sientes? Dora, tienes que tirar para adelante. Soy tu amiga, Dora, y aunque me duela decirlo, salir del bache o no depende soooooolo de ti".

A mí me daban ganas de decirle "¿Salir del bache? ¿Y quien la ha metido en él, pedazo de zorrón? ¿Quién es la culpable de que mi madre no levante cabeza, y llore por las noches, y apenas coma?

(Claro que en eso de no comer es mejor que cierre el pico: yo tampoco tengo mucha hambre últimamente, y como siempre he estado bastante delgada, entre unas cosas y otras me he quedado en el chasis)

No nos desviemos: la tía Lou, venga a parlotear haciéndose la súper mejor amiga, dándole consejos a mi madre, diciéndole que tenía que salir y conocer gente.

Y yo, que estuve a punto de decirle: "¿Gente? ¿Qué gente quieres que conozca mi madre? ¿Gente como tú, capaz de darle una puñalada como una catedral? Pues si es esa gente a la que va a concer, prefiero que se quede en casa, tranquilita, viendo la tele".

También le dio por aconsejarle que se arrglase más. Que fuese a la peluquería, que se cambiase el peinado y el maquillaje. Y que se comprase ropa nueva.

Mientras decía eso, yo la miraba por el rabillo del ojo y ´me fijaba en su vestido caro, su pañuelo de seda,sus zapatos de tacón. Me fijaba en un anillo grande que llevaba, y en unos pendientes muy bonitos. De repente pensé que quizá aquellos pendientes se los había regalado mi padre, y me dieron ganas de vomitar desde  la primera papilla hasta su repugnante tarta de chocolate.

Pero, como os he dicho, llgará el momento de poner las cosas en su sitio. Cuando estaba a punto de marcharse, le he dicho a Lou que me gustaría ir a su casa para hacer una foto a una de sus preciosssssas máscaras africanas. Que en el colegio estábamos haciendo un trabajo y me vendría muy bien.

Alguien menos estúpido que Lou se hubiese preguntado para qué demonios iba a servir una de sus máscaras en un trabajo de ESO. Pero Lou solo pensó en su sofisticada decoración étnica y en como ésta me había impresionado.

"Pues claro, Valeria. Ven cuando quieras!! Así podremos charlar tú y yo!!"

Sí, sí. Ya verás lo bien que lo vamos a pasar, tía Lou. Nos vamos a divertir un montonazo.

Mañana nos vemos. Mañana es el día.

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