viernes, 31 de diciembre de 2010

Se acaba el año

Se acaba un año difícil. Ya sabéis porqué, así que prefiero no volver sobre el asunto, que repite más que un helado de chorizo.

No sé que ocurrirá en 2011. De hecho, supongo que nadie lo sabe. Ojalá pudiese ver el futuro. Pero eso no es posible. Lo único que se puede es mirar al pasado y ¿de verdad el pasado interesa a alguien?

Yo estoy harta de pensar en el pasado, y por eso, cuando tome la última uva, pediré un deseo: borrar para siempre estos meses que han quedado atrás.

La única cosa buena que me han traído estos tiempos es, precisamente, este blog y todas las personas que los siguen: más de dieciséis mil, según el contador. Me parece una pasada.

Gracias, gracias, gracias por haber estado ahí durante estas semanas tan duras. Hablar de lo que me pasaba, de lo que sentía, lo ha hecho todo un poco más llevadero.

Y ahora... pues ya veremos. Sé que mi madre prepara algo - se ha pasado la tarde colgada del teléfono - pero no quiere decirme qué. Y yo... no sé. Prefiero dejar que sea ella quien hable.

En cuanto a mí, solo quiero escribir el último post del año para desearos lo mejor en todos los sentidos. Espero que 2011 sea el año en el que se cumplan TODOS vuestros sueños.

Un abrazo para mis amigos virtuales

Valeria

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Otras posibilidades

Ayer hablé con mi madre de la llamada de Silvia. Se quedó con los ojos como platos, claro.

- Esa niña es un mal bicho. Debería hablar con su madre...

(Lo que faltaba. Mi madre de soplona)

- Ni se te ocurra. No serviría de nada...

(Bueno, sí serviría para algo. Para que se riese un poco más de mí)

Por fortuna, creo que le quité la idea de la cabeza. Aceptémoslo: Silvia había conseguido su propósito de amargarme la vida. El premio de consolación para mí era el haberle destrozado la vespino. No es gran cosa, pero menos da una piedra.

Ya me veía pasando el resto de mi vida con el cartelito de la suicida, de la pringada, de la abandonada. Un planazo, lo mío. Y así se lo dije a mi madre:

- Creo que, vaya a donde vaya, me mude a la urba que sea, Silvia será capaz de encontrarme y de contar a todo el mundo quien soy y todo lo que me ha ocurrido. Y cuanto antes lo acepte, muchísimo mejor. 

Mi madre se me quedó mirando, muy seria. Luego se sentó a mi lado y me dio un abrazo, pero no uno de esos abrazos pegajosos de madre. Era como un abrazo de amiga. De persona mayor.

- No tires la toalla, Valeria. Hay otras posibilidades. Tú déjame a mí. Se me ocurrirá algo, ya lo verás.

Otras posibilidades... si mi madre lo dice...

¿Qué opinas tú?

lunes, 27 de diciembre de 2010

Y muuucho mal rollo

Ya os lo contaba ayer: mi madre está buscando casa nueva. Supongo que no es mala idea eso de mudarnos. Otra casa, otra urba. Y otro colegio, claro. Otro colegio donde nadie me conozca y no haya chicos y chicas recordando constantemente estos tres meses tan malos.

Pasada la sorpresa le dije a mi madre que me parecía bien su idea. Hoy mismo habló con el tipo de la inmobiliaria, que no tardó ni una hora en presentarse en casa para tasarla y meterla en su base de datos.

Así que supongo que ya está: un capítulo de mi vida de los últimos años está a punto de cerrarse para siempre, aunque supongo que lo que debo pensar es en el que está a punto de abrirse. Los cambios son buenos ¿no?

Eso fue lo que pensé durante todo el día. Y en eso estaba pensando cuando sonó mi móvil.

Casi me caigo de espaldas al ver que en la pantalla brillaba el nombre de Silvia. Silvia, mi antigua amiga. Silvia, la que se enrolló con mi novio a mis espaldas. Silvia, la que promovió una campaña en mi contra que hizo que toda la clase me condenase al aislamiento. Silvia.

Tardé un poco en contestar. Tuve que tragar saliva y respirar hondo. Cuando al fin lo hice y escuché a mi exmejor amiga me sentí muy rara.

"- Hola, Valeria"
"- Hola. Feliz Navidad"

(Es lo que se dice en esta época ¿no? Paz a los hombres de buena voluntad, y todo eso...)

"- Ya. ¿Cómo estás?"

(¿De verdad se interesaba por mí? ¿Se trataba de un milagro navideño o algo así?

"- Bien. ¿Y tú?"
"- Muy bien. Aunque no tengo vespino ¿sabes? Una loca la arrolló con el coche antes de estrellarse contra el muro de mis padres. Seguro que sabes de qué hablo"

(Ay, ay, ay)

"- Silvia... no podemos...?
"- No. No podemos nada. Y que sepas que no he llamado para que me cuentes tu vida. Sé que vas a mudarte"

(Pero bueno... ¿qué pasa con esta? ¿trabaja en la CIA o algo así?)

"- ¿Y como te has enterado?"
"- Porque un amigo de mi madre trabaja en la inmobiliaria a la que hoy llamó tu madre para vender vuestra casa y comprar la de la otra urba en Majadahonda. "Los sauces" ¿verdad?"

(Mierda. Verdad de la buena. La urba a la que mi madre quería que nos mudásemos se llama así.)

"_ no estoy segura"
"- Pues yo sí. Sólo quiero que te quede claro que una prima mía vive también allí. Irás a su colegio.Y que pienso hablar con ella para que los chicos de "Los sauces" te den la bienvenida que te mereces"

Y colgó. Y me quedé allí, con el teléfono en la mano y ganas de que se me tragara la tierra.

Silvia acababa de echar por tierra mi próxima oportunidad

domingo, 26 de diciembre de 2010

Navidades chunnnngassss

Esta Nochebuena ha sido más bien triste, como os podéis imaginar. Vinieron mis abuelos, que estaban como de funeral, pendientes de su hija la separada y su nieta la presunta suicida. Mi abuela suspiraba de vez en cuando, y meneaba la cabeza como dicendo "¡qué desgracia tan grande ha caído sobre nuestra familia!".

A mi abuelo no se le notaba tanto el mal rollo, pero también le llegaba.

Ayer, que fue Navidad, comimos con una amiga de mi madre y con su marido, que es uno de esos tíos que quieren ir de graciosos y al final resultan patéticos porque no hacen más que gastar bromas de las que no se ríe nadie.

Hoy, por fin, estuvimos solas mamá y yo. Y lo prefiero: por lo menos nos libramos de caras largas y de coñas marineras de un cretino que debería aprender a callarse. Nos fuimos a comer fuera, tan a gusto las dos, y luego dimos un paseo en coche. Mamá dejó atrás Pozuelo, y nos fuimos en coche hasta Majadahonda. Allí me enseñó una urba.

Un urba bastante parecida a la nuestra: en Madrid, todas las urbas se parecen unas a otra como si fueran clónicas.
- ¿Qué te parece, Valeria?
- Psch...

Lo dicho, que no había mucho que opinar.

- ¿Recuerdas que te hablé de cambiar de aires?
- Ajá...
- Pues estoy pensando en mudarnos a esta urbanización. Hay una casa a la venta que está bastante bien de precio.
- ¿Y qué va a pasar con nuestra casa?

Se quedó pensando

- Pues la venderemos, supongo... además, hay que pensar que esa casa la compramos tu padre y yo. No sería justo que tú y yo nos quedásemos a vivir en ella y que él tuviese que alquilarse un apartamento. Lo lógico es venderla y repartirnos el dinero.

Ahora fui yo la que me quedé callada. Así que era definitivo: papá y mamá no volverían a estar juntos nunca más. Lo único que tenían en común  éramos yo y la casa.

Y la casa iba a venderse, ya me lo veía yo venir.

Pensaréis que soy una estúpida, pero me eché a llorar.

martes, 21 de diciembre de 2010

¿Cambio de aires?

No sé qué quiere decir mi madre exactamente con eso de cambiar de aires, pero me lo puedo imaginar.

Una nueva casa, seguro. Una casa distinta, en otra urba, donde no haya malos recuerdos ni nada parecido. Y no me parece mal. No es que me gusten los cambios, pero si nos mudamos al otro extremo de la ciudad eso implicará también un colegio nuevo, cosa que me vendría de perlas.

Esta mañana vino la fisio y me dijo que estaba mejorando mucho. Me dieron ganas de decirle: "Vale, y ahora ¿cuáles son las buenas noticias?". Porque una vez que pierna se cure del todo, no me libre ni un milagro de volver a clase.

Ya sé que me pongo cantidad de pesada con ese tema, pero ¿qué hariais vosotros en mi lugar? ¿Os moriríais  de ganas de regresar a un sitio donde nadie os espera? ¿Dónde nadie os quiere?

Ya sé que os vais a reir de mí, pero al principio pensaba que después de mi accidente cambiarían las cosas. Que Silvia, incluso J., reconsiderarían su actitud hacia mí.

Que, una vez supiesen que había estado a punto de matarme, se darían cuenta de lo injustos que habían sido conmigo.

Pero nada de eso ha ocurrido. Sigo sin recibir visitas, ni llamadas, ni noticias de las personas que fueron mis amigos durante muchos años.

Por eso el cambio de aires no es solo una posibilidad, sino algo que necesito profundamente.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Mi madre tiene un plan

Pues eso: mi madre tiene algo en la cabeza. Y os aseguro que, cuando eso ocurre, es un verdadero peligro.

Fue a raíz de la visita de la dichosa Memé y su comentario sobre que las cosas no podían seguir así. Supongo que se refiere a que no puede consentir que todo el mundo ande por ahí hablando de su hija la suicida. Porque supongo que eso es lo que soy.

No sé como piensa arreglarlo mamá. Tal vez haciéndome una campaña de imagen o algo así. Podemos encargar camisetas con mi foto que digan "Valeria ama la vida", por ejemplo. O alquilar una valla publicitaria junto al centro comercial y poner un mensaje en plan "Valeria nunca quiso matarse".

Ya sé que es una tontería, pero no se me ocurre nada más. Todo el mundo quiere que intenté irme al otro barrio, y no veo como puedo corregir eso.

Tal vez lo mejor sería dejar que la gente pensase lo que le diera la gana. Después de todo lo que hemos pasado ¿qué nos importa a nosotras lo que desconocidos como Memé y compañía piensen o dejen de pensar?

Lo malo es que a mamá parece importarle mucho. Y, en el fondo, supongo que a mí también me importa. Por eso no quiero volver al colegio. Porque también allí me han colocado una etiqueta que no sé cómo demonios voy a quitarme.

Así que quizá mi madre tenga razón: habría que hacer algo. Seguro que a ella, que es muy lista, se le ocurre una solución.

O quizá ya se le ha ocurrido. Porque hoy, cuando acabamos de comer, se me acercó y me hizo una pregunta muy rara

"Valeria ¿qué te parecería cambiar de aires?"

jueves, 16 de diciembre de 2010

La vecina: segunda parte

Bueno, os estaba contando lo de Memé.Ya os dije que me fui a la cocina mientras mamá y ella se tomaban los pasteles que había traído. Me imagino que mi madre estaría estrujándose el cerebro para decirle algo, porque apenas la conoce. Pero no hacía falta tanto esfuerzo porque, de todas formas, Memé venía con la intención de ser ella quien hablara.

"- Hace tiempo que debería haber venido por aquí... cuando me enteré de que tu marido te había dejado por otra... bueno, me quedé de piedra. No es que sea nada raro, por supuesto. Ocurre a menudo. Fíjate en mí. Claro que lo tuyo es peor, porque te ha dejado con una cría".

(Me hubiese gustado tener rayos x en los ojos para ver la cara que estaba poniendo mi madre)

"- A mí, por lo menos, Alonso sólo me dejó a Cuqui y a Lina"

(Supongo que Cuqui y Lina son sus dos perros repelentes. Mira que me gustan a mí los animales, pero cada vez que veo a esos dos chuchos me entran ganas de pelarlos al cero, para comprobar cómo se quedan en nada.)

"- El caso es que quería venir para ofrecerte mi apoyo, pero pensé que no era el momento. Tú no me conoces mucho, pero soy una persona suppppperrrrrr prudente".

(Si, no hay más que verte. Eres la prudencia y la discreción personificadas)

- Pero claro, ahora he sabido lo de la niña, y creí que debía venir. Lo siento muchísimo.

- Bueno, ha sido un susto muy grande, pero Valeria ya está muy recuperada, y el médico dice que la pierna le va a quedar perfecta

- ¡Dora! No estoy hablando de su pierna

(Otra vez mamá poniendo, seguro, cara de flipada)

- ¿Ah, no?

- Hablo de... de su estado mental.

(Mi estado mental. Así que esa imbécil había venido con sus pastelitos a hablar de mi estado mental...)

- No sé a qué te refieres...
- Dora... no tienes porqué fingir conmigo. Puedes confiar en mí. Todo el mundo en la urba sabe lo que le pasó a tu hija. Intentó suicidarse, querida... y eso no es algo muy tranquilizador.

(Hubo un silencio. Supongo que Memé debía estar comiéndose uno de sus dulces)

- Mira, Dora, el perfil del suicida es complicado. El marido de una amiga es psiquiatra y me lo explicó muy clarito. Lo intentan una y otra vez hasta que lo consiguen. Esta vez tu hija ha fallado. Pero quién sabe lo que puede ocurrir en otra ocasión. Imagina, no sé, que le da por abrir el gas.

- No tenemos gas...

- Pues otra cosa. Dora, ya sé que es difícil, pero es mejor tomar el toro por los cuernos. Deberías plantearte el internar a la niña.

(¡¡¡¿Cómo?!!!)

- Me he permitido hacer unas averiguaciones. Hay un centro para adolescentes difíciles en la sierra. Tengo contactos allí, puedo conseguirte una cita. Y si no puedes pagarlo, yo...

- ¡Se acabó!

(¡¡Ostras!! Mamá gritando... mamá cabreada...esta sí que va a ser buena...)

- Pero ¿tú quien piensas que eres? ¿Crees que puedes venir a mi casa con unos pasteles a decirme que mi hija está loca? ¿A meterte en nuestra vida? Escúchame bien, Memé.. no te conozco de nada. Y no te conozco porque eres una de esas personas que no me interesa lo más mínimo. No hay nada en ti que merezca la pena. Por eso te he ignorado siempre hasta ahora. Pero, ya que has venido a mi casa a darme consejos, te diré lo que pienso de ti: eres una de esas personas que están en el mundo para llenarlo todo de mierda...

(¡¡Mierda!!...¡Mi madre ha dicho mierda!... ¡Mi madre dice tacos!)

- ... así que solo te diré esto una vez... sal de mi casa y no vuelvas a dirigirme la palabra... y como vuelvas a acercarte a mi, como vuelvas a nombrar a mi hija, seré yo quien estrelle el coche contra algún sitio... tal vez contra tus perros asquerosos. De los que, por cierto, se ríe todo el vecindario por lo mucho que se parecen a ti.

En esperé sin éxito a que la tal Memé contestase algo, pero no lo hizo. Lo siguiente que escuché fue el ruido de la puerta. Salí de la cocina y fui al encuentro de mi madre. Estaba de pie, muy pálida

- Menuda capulla...

Fue todo loque le dije. Mamá se acercó a mí y me dio un abrazo. En contra de lo que suelo hacer, no solté un bufido.

- Esto no puede seguir así.

No sé si me gustó o no esa frase.

Tengo la impresión de que mi madre tiene el propósito de cambiar algunas cosas. Y no sé si quiero esos cambios.

martes, 14 de diciembre de 2010

La vecina de al lado

La vecina de al lado se llama Mercedes, pero quiere que la llamen Memé. Nunca he entendido porqué razón la gente prefiere andar por ahí paseando nombres absurdos. La tia Lou se llama Leonor, y ya veis...

El caso es que la tal Meme es de esas vecinas que se pasa la vida intentando enterarse de qué va la de los demás. Debe de tener muy poco que hacer. Le cuenta a todo el mundo que se divorció de un ricacho y está forrada. Tiene una casa que te mueres, con piscina y pista de paddle, un deportivo color rojo y dos abrigos de pieles.

Lo siento, pero a mi la gente que lleva pieles me da mal rollo. Hay que matar a muchos bichos para hacer un simple chaquetón, así que a saber cuantos pobres animales muertos lleva Memé en su abrigo largo hasta los pies.

Memé no trabaja -¿para qué, si su marido le ha dejado una pedazo de pensión? - y el tiempo que no está dándose masajes, poniéndose bótox o en la peluquería lo dedica a pasear a sus dos perros - tan estirados y tan cursis como ella - y a dar consejos a quien no se los pide.

Ayer, Memé se presentó en nuestra casa. Llevaba un gorro horrible como de castor, un abrigo nuevo hecho de animalitos y  una bandeja de pasteles. Mamá flipó:  hasta el momento apenas había cambiado con  Memé dos o tres frases, y solo por pura educación. Así que ni ella ni yo entendíamos a qué venía tanta amabilidad vecinal de la noche a la mañana.

Pero claro, hubo que invitarla a pasar. A mí, que estaba en el salón, me dio un abrazo de esos que parece que van a ahogarte, en plan como superemocionado. A mi madre le apretaba el brazo. Yo me di el piro, por supuesto. Si ya no me gusta mucho la gente mayor, imaginad lo que puede apetecerme pasar el rato con una tía chismosa que se mete hasta en los charcos. Ni siquiera quise coger un pastelito. A saber si tenían veneno o algo así. Una persona capaz de matar animales indefensos para hacerse un abrigo es capaz de cualquier cosa.

Me fui del salón, pero me quedé escuchando lo que Memé decía. Y no sé si preferiría no haberlo hecho.

Lo que oí desde la cocina prefiero contároslo mañana.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Volver al colegio

Mina Sousa me pregunta cuando voy a volver al colegio.

Pues mira, Mina, por mí no volvería nunca. Pero sé que tendré que hacerlo más tarde o más temprano. De momento, y con la pierna como la tengo, el médico ha dicho que debo estar en casa.

La verdad es que sigo necesitando reposo. Y la fisio, que por cierto es una mala bestia, viene tres horas al día y me deja hecha una mierda. El jueves pasado hasta lloré de dolor y todo.

Lo bueno de estar así, con muletas y tal, es que me puedo librar de ir a clase. Así que, por un lado, casi me alegro de seguir lesionada.

Por otro, pienso que es horrible estar así, sin poder valerme. Estos días pienso mucho en todas las personas que dependen de alguien para las cosas más pequeñas, y no como yo, que un día u otro me pondré bien - o eso asegura el médico, y la bestiaja de la fisio.

Pienso en aquellos que están verdaderamente mal. En chicos y chicas que tendrán que llevar muletas de por vida, y tal vez cosas peores. El otro día, en el centro comercial, vi a un chico muy guapo que iba en silla de ruedas. Cuando me miró supe lo que estaba pensando: que yo era más afortunada que él.

Yo también lo siento así: a pesar de mi pierna rota por tantos sitios, de todos mis problemas, del divorcio de mis padres y la putada que me hizo mi mejor amiga, sé que hay mucha gente que está peor que yo y no van por ahí quejándose todo el dia.

Llegará el momento de volver al colegio, y tendré que asumirlo. Pero, de momento, no sabéis cuánto me duele la pierna (je, je, je)

sábado, 11 de diciembre de 2010

Un paseo... y más cosas raras

He salido a la calle por primera vez en muchos días, con mi madre... y con muletas. Me sentía patosa y ridícula, pero mamá está empeñada en que tengo que recuperar la vida normal. Así que allá me fui, con mis cuatro piernas.

Cuando estábamos en el centro comercial, me ocurrió algo muy extraño. Estaba intentando entrar en el ascensor manejándome bastante mal con las muletas. Mi madre, que iba cagada de bolsas, no podía echarme una mano, y en ese momento un hombre vino en mi ayuda.

Era un señor mayor, con buena pinta. Uno de esos viejecitos que pueden salir en las películas haciendo de Santa Claus. Parecía muy buena persona, y cuando vio que tenía problemas me cogió por el brazo para ayudarme a entrar en el ascensor. Y entonces - y me resulta muy difícil de explicar - vi algo.

Entendedme: no lo vi delante de las narices, sino dentro de mi cabeza.

Vi a un hombre muy joven saliendo de una iglesia con una chica guapa vestida de novia, los dos felices, mientras les bombardeaban con arroz.

No duró mucho. Sólo unos segundos. Pero fue muy bonito.

No me preguntéis por qué, pero no tuve ninguna duda de que el hombre que había visto el día de su boda era el mismo anciano que se había acercado para ayudarme.

Y allí me quedé, con mis muletas... y hecha un completo lío.

Cada vez entiendo menos las cosas que me ocurren.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cosas extrañas

He pasado unos días sin escribir porque no sabía si contar o no lo que me está pasando. Son cosas extrañas, y ahora no hablo de la tía Lou, ni de Silvia y J.

Hace unos días que no duermo bien. A ver si me explico: no es que duerma mal, pero me paso la noche soñando con cosas que me han ocurrido.

Ya sé lo que estáis pensando: que sueño con el accidente, con el golpe en el coche, con el traslado al hospital. Pero no van por ahí los tiros.

Más bien sueño cosas que pasaron hace un millón de años. Sueño con una muñeca que me regalaron cuando era pequeñísima, en unas Navidades. Una muñeca con un vestido rosa que caminaba si le dabas la mano.

También soñé con mi abuelo, con el padre de mi padre, que se murió cuando yo tenía siete años. Ha vuelto a aparecer en mis sueños, jugando conmigo en el parque. Yo iba en un columpio y él  lo empujaba para que subiese más alto que los columpios de los otros niños. Fue un sueño muy bonito, porque era como si el abuelo estuviese vivo otra vez.

Ayer soñé con mi primer día de colegio, y con la cartera azul que estrenaba. Una cartera grande, de esas que se pueden poner a la espalda o agarrar por un asa. Lo recuerdo perfectamente porque a mitad de curso un boli rojo se me descargó dentro de la cartera y me quedé sin ella. Me llevó un disgusto enorme.

También soñé con unas vacaciones en la playa, en Menorca, cuando tenía cinco o seis años. Fue la primera vez que subí en barco, y me mareé. Lo curioso es que en el sueño casi podía notar las arcadas al vomitar por la borda.

Pero lo más curioso no es eso: es que todas esas cosas con las que sueño las tenía olvidadas. A mi abuelo solo lo recuerdo gracias a las fotos. De la cartera azul tampoco me acordaba. Ni mucho menos de la muñeca andarina - ¿quién se acuerda de sus muñecas? - ni del verano en Mallorca y la pota que eché al subir al barco.

Pero luego, al despertar después de haber soñado con todo eso, era como si me hubiese pasado todo la noche anterior.

¿Alguien entiendo lo que está pasando?

sábado, 4 de diciembre de 2010

La tia Lou viene de visita

Por lo visto hay un puente. Pues qué bien. Yo llevo de puente casi un mes, fijaos.

Llevo cinco días en casa, más bien aburrida. Ni siquiera he entrado en FB, no me preguntéis por qué. Simplemente, no me apetecía. Pero hoy me he levantado un poco más animada, y aquí estoy, volviendo a la carga.

¿Sabéis quien vino a visitarme ayer? Pues la tia Lou. Con dos c..., con perdón. Me trajo unas flores feísimas, rojas y tiesas,  una caja de bombones, y un osito con unos globos, como su tuviese siete años o fuese tonta perdida.

Que tengo quince tacos, joder. ¿A quién le interesa algo tan cursi como un osito rosa agarrando cuatro globitos ya medio deshinchados?

No le hice ni caso. Le dije que hacía siglos que no jugaba ni con osos ni con globos. Me preguntó si me gustaban las flores y le dije que sí, mucho, que me recordaban a las que usan para las coronas de los muertos. Y luego se empeñó la muy coñazo en que me comiese un bombón.

"-¿No quieres una chocolatina, Valeria?
- No, gracias, Lou
- Están muy buenas, me las han mandado de Suiza
- Qué bien, me encanta el rollo internacional.
- Venga, mujer, cómete una
- No, Lou. Tengo un estreñimiento de caballo y no creo que el chocolate sea lo mejor para soltarme"

Así de ordinaria me puse. Tendríais que haber visto la cara de mamá, la pobre, al comprobar lo malísimamente educada que está su hija y lo groseramente que se comporta su hija con las visitas.

Le dije a mamá y a Lou que me iba a la habitación porque me dolía mucho la cabeza, y cuando entró en mi cuarto a despedirse y comprobé que venía sola le eché una mirada de esas que se me dan tan bien. Una mirada asesina a tope.

- Valeria...

- Lou, solo te voy a decir una cosa: no me chupo el dedo. Así que prefiero que no vengas a esta casa, ni con bombones, con flores de muerto y con peluches horteras.

Me gustaría que vieseis la cara que se le quedó. Ahora ya sabe que lo sé todo.

Prometo no volver a estar tanto tiempo sin escribir.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Ya estoy en casa

Esta mañana me dieron el alta.

Mi padre vino a buscarnos a mi madre y a mí, aunque creo que ella hubiese preferido coger un taxi para llevarnos a casa. Hicimos el camino en silencio. No puedo ni explicar lo deprimente que me resultó el trayecto.

La casa estaba fría, o al menos eso me pareció a mí. Mi madre me preguntó si estaba contenta de volver.

Claro, le dije.

¿Quién no estaría contenta en mi situación? Tengo una pierna hecha polvo, llevo muletas, y toda la gente que me conoce está convencida de que he querido suicidarme.

Vamos, como para tirar cohetes.

Reconozco que, hasta el último momento, conservé la ridícula esperanza de que Silvia, o J, o cualquiera de los chicos del colegio, se hubiesen acercado a darme la bienvenida. Pero no vino nadie. Ni siquiera esa Estrella Mann,que vino a verme al hospital como si fuese el espíritu de las Navidades Pasadas.

Está nevando en Madrid. La casa ya está caldeada - ventajas del gas natural, dice mi madre - , pero fuera debe hacer un frío que pela. Antes me encantaba que hiciese frío, sobre todo porque era un símbolo del inicio de la temporada de esquí.

Cualquiera esquía ahora ¿verdad? con la pierna como la tengo. Por eso ya me da igual que nieve o no.

En realidad, me da igual casi todo.

Y eso no puede ser. Valeria, Valeria,Valeria. Tienes que espabilarte.

Al menos ya estoy en casa. He dejado atrás el hospital, ese olor a desinfectante, las visitas del médico, aquella habitación impersonal pintada de un horrible color amarillo.

Quizá las cosas puedan ir mejor en el futuro. Y de eso depende en buena parte mi actitud. Tengo que dejar de gimotear. Tengo que dejar de compadecerme de mí misma. Me he propuesto no volver a llorar por la noche, cuando me quedo sola. Me he propuesto no volver a acordarme de Silvia, ni de J, ni de todos aquellos que consideraba mis amigos y que pasaron de mi. Me he propuesto volver a empezar.

La única cosa del pasado en la que quiero pensar es en el coche escacharrado de la tía Lou. Siniestro total, ha dicho mi madre. Tendrá que comprar otro.

Le está bien empleado.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Mañana me voy

El médico nos lo dijo el viernes:

- Valeria, el lunes te daremos el alta.

Yo no le pregunté por qué demonios no me mandaban a casa ya; qué pensaban que podía ocurrir el fin de semana para que se empeñasen en mantenerme amarrada en la cama del hospital. Sonreí, porque se supone que eso es lo que debe de hacer una persona cuando le dan una buena noticia.

El médico dijo más cosas. Dijo que tendría que hacer rehabilitación si quería recuperar toda la movilidad de la pierna. Que tendría que ejercitarme con un fisioterapeuta una vez al día y luego hacer ejercicios por mi cuenta.

También dijo que tenía que intentar tomarme las cosas con más tranquilidad.

Con más tranquilidad. Ya. Le dije que sí a todo, a lo de la rehabilitación y a lo de tomarme las cosas, aunque me hubiera gustado preguntarle a qué se refería exactamente. Pero eso tampoco lo hice.

Este médico ha acabado por caerme bien. Es bastante simpático. En realidad todos lo son, incluso la enfermera que amenaza con requisarme el ordenador cuando cree que estoy abusando.

No sé si son así con todo el mundo o si conmigo extreman las precauciones. Ya sabéis que en este sitio siguen pensando en mí como en una suicida.

La verdad, más de una vez he tenido ganas de decirles a todos: "¿Creeis que soy idiota? ¿Creeis que si de verdad quisiera suicidarme hubiese elegido una forma tan estúpida de hacerlo?".

Pero claro, eso hubiese implicado contar la historia completa. Así que me voy a ir de aquí con el cartelito de la Chica Que Quiso Matarse.

Me pregunto si esa etiqueta me va a acompañar durante el resto de mi vida. Lo que sí tengo claro es que la voy a llevar colgando una buena temporada. Cuando vuelva al colegio, ya sé lo que va a pasar: la gente se dará codazos cuando se crucen conmigo. Habrá sonrisitas, miradas raras, unas de compasión, otras de burla.

Ahora entiendo esa frase que escuché una vez: "los adolescentes pueden ser crueles".

Me aterra la idea de volver al colegio. Tanto, que me alegro de que el doctor le haya dicho a mamá que debo quedarme en casa para trabajar con la fisio antes de incorporarme a las clases.

De momento estoy a salvo. Pero no sé por cuánto tiempo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

He tenido visitas

No sé el tiempo que voy a poder escribir; la enfermera ha amenazado con requisarme el portátil si me vuelve a ver con él a deshora... pero la desafío porque es el único entretenimiento que tengo.

Miento: hoy he tenido otro. Vino a verme Estrella Mann.

Casi no la reconocí al entrar. Ella y yo habíamos sido compañeras en el colegio hace dos años, pero entonces Estrella era una cría de catorce años tímida y torpe como ella sola. Por si fuera poco, era bajita y fea, llevaba un alambre en los dientes para corregir una horrible sonrisa conejuna y gafas de culo de vaso.

Una joya, vamos. La típica chica a la que nadie quiere ver ni en pintura. Y yo no fui una excepción.

Estrella había llegado al colegio desde una ciudad europea - no recuerdo en cual - en la que vivían hasta que trasladaron a Madrid a su padre. Llegó con el curso empezado a una clase en la que todo el mundo se conocía desde los seis años.

Es decir, desde el paleolítico superior o algo así.

No hace falta que diga que no la recibimos muy bien. Tampoco mal, que conste. Simplemente, ninguno de los chicos de clase le hizo ni caso. Éramos un grupo bastante unido (¡qué tiempos aquellos en los que podía hablar el plural, sentirme parte de un colectivo!) y no nos apetecía incorporar a nadie más, menos aún a alguien que parecía la versión "trash" de El Patito Feo.

Total, que Estrella se pasó el curso entero fracasando en su intento de integrarse, y en junio la cambiaron de colegio.

No sé como se enteró de mi accidente. No sé quien demonios le contó en qué hospital estaba, no sé quien le dijo que podía recibir visitas. El caso es que se presentó aquí... y, por cierto, bastante cambiada. Ya no lleva el alambre en los dientes, y ha debido operarse la miopía o ponerse lentillas, porque tampoco lucía sus gafas de empollona. Ha crecido mucho y ya no tiene ese aire de ratón asustado. También me pareció mejor vestida que cuando llegó al colegio.

De hecho, pensé que si esa nueva versión de Estrella aparecía por mi clase, seguramente habría más chicos dispuestos a darle la bienvenida.

Me trajo unos dulces de mazapán y unas flores. No se quedó mucho rato, entre otras cosas porque no teníamos mucho de qué hablar. Me contó que tenía un novio belga y que estaba aprendiendo a montar a caballo. Fue un rato extraño, pero bastante agradable.

Al despedirse, me cogió de la mano.

"Valeria, todo se supera. De verdad. Yo lo pasé muy mal, y mírame ahora. Ni se te ocurra volver a intentar algo como lo que hiciste".

Se marchó.

Y yo me eché a llorar, no sé si por mí o por Estrella. Por aquella Estrella a la que habíamos amargado seis meses de vida y que había vuelto, desde el pasado, para recordarme que soy alguien digno de compasión.

martes, 23 de noviembre de 2010

Escribir

Antes de que ocurriese lo que ocurrió - es decir, antes de que mi vida se fuese a la mierda - ni siquiera me había planteado tener un blog.

De hecho, los blogs me parecían cosa de exhibicionistas y de frikis. Así, como suena. De colgados que necesitaban exponer su vida y milagros para sentirse bien. De idiotas, vamos.

Nunca pensé que escribir pudiese servir, por ejemplo, para no sentirse sola. Cuando redacto estas líneas me siento bien. Y cuando veo el contador de visitas y compruebo que hay mucha gente que ha leído mis pensamientos, me da subidón.

Es como saber que, en el fondo, estás acompañada. Acompañada por personas que no me conocen, que no saben nada de mí, y sin embargo están dispuestas a escucharme.

Si se piensa bien, es alucinante. No sé quien está ahí, peo sé que siempre hay alguien.

El otro día, mientras comprobaba el número de visitas, el contador cambió delante de mis ojos: de nueve mil ciento veinte a nueve mil ciento veintiuno.

Es decir, en aquel preciso momento, alguien estaba leyendo lo que acababa de escribir. Alguien pensaba en mí, alguien intentaba entender lo que me pasa.

Entender lo que siento.

Repito: es alucinante.

Intenté pensar quién podría ser: un chico, una chica. Alguien de mi edad. Tal vez alguien mayor, que sonríe al leer los pensamientos de una adolescente hecha polvo.

De una adolescente hecha un puro lío.

De alguien que ha encontrado en la escritura, en la red, una vía de escape para expresarse y para sentirse mejor. Alguien que mira el contador de visitas y nota que no está tan sola.

Me pregunto quién será el visitante número 10.000

A lo mejor eres tú...

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una chica difícil

Eso le escuché decir a mi madre mientras hablaba con la enfermera y yo estaba dormida: "Valeria es una chica difícil".

¿Debería ofenderme? No lo sé.Pero me dieron ganas de decirle a mi madre: "En menos de dos meses me he quedado sin padre, sin novio y sin amigos. Ahora, además,tengo la pierna hecha trizas y llevo dos semanas es un hospital".

Ni la madre Teresa de Calcuta sería una persona fácil en circunstancias como las mías.

Soy una chica difícil porque tengo mal genio. Soy una chica difícil porque no me callo nunca. Soy difícil porque protesto, porque me quejo, porque contesto a los adultos.

Tal vez mi madre tenga razón.

Pero tengo otras ventajas, supongo. Soy bastante inteligente - no lo digo yo, lo digo un test absurdo que nos hicieron en el colegio durante tres días. Se supone que tengo un coeficiente de 147. Por lo demás, el test solo valió para no dar clase durante tres días.

También puedo ser simpática si me lo propongo. Lo cual, para ser sincera, tampoco es muy habitual. En general, supongo que resulto bastante borde.

Soy buena persona, o al menos eso creo. Quiero decir que normalmente dirijo mi mala leche solo hacia quien lo merece de verdad.

No tengo paciencia. Ninguna. Ni sé disimular. Un día, mi madre me dijo que ir siempre diciendo lo que se me pasa por la cabeza no siempre es ser sincera. A veces - según mi madre - es ser una maleducada.

Ya veis de qué cosas se entera una.

La chica difícil está pasando un largo domingo de noviembre en la cama de un hospital. Y gracias a Dios que tengo el portátil con la conexion a internet y así no me siento completamente aislada del mundo.

Porque, por difícil que una sea, siempre se necesita saber que hay alguien al otro lado de la ventana.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Médicos

Mi médico no es idota

Lo averigüé hoy por la mañana. Vino, como todos los días, a ver cómo estaba. Miró mis papeles, miró la cicatriz de mi pierna, me preguntó si tenía dolores en algún sitio.

"La cabeza"-le contesté yo - "Me duele un poco la cabeza".

Él se echó a reir: "Es normal que te duela. Casi te la rompes por la mitad".

Yo también sonreí, aunque me había propuesto poner cara de palo. Si los médicos no me gustaron nunca, imaginas ahora, que llevo varios días en el hospital.

De pronto, se me quedó mirando de una forma muy rara y se sentó en la cama. Estábamos solos en la habitación él y yo. Estuvo un rato así, mirándome sin decir nada, hasta que al final se decidió a hablar.

"¿Sabes, Valeria? No es cosa mía, pero creo que te sentirías mejor si enseñases lo que tienes dentro"

Me hubiese gustado mandalo a la mierda, como hice con el director. O vomitarle en los pies, diciéndole:"Esto es lo que tengo dentro. ¿Le parece interesante, doctor, o quiere que le enseñe algo más?"

Pero no hice nada de eso. Bastante tuve con aguantar las ganas de llorar delante de aquel doctor listillo que parecía tener unos rayos x especiales para mirar por dentro de las personas.

Mi madre llegó justo en aquel momento. El médico le dijo que me encontraba mucho mejor, y que, si las cosas seguían así, podría irme a casa dentro de unos días.

"¿Tienes ganas de volver a casa, Valeria?"

Contesté que si, por supuesto. Es lo que se espera en estos casos. Pero no estaba segura de estar diciendo la verdad.

Lo cierto es que, hoy por hoy, casi me da igual estar en un sitio o en otro. En mi casa o en este hospital donde hay un médico que ve por dentro de mi.

Un médico que sabe que tengo un secreto.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Tendencias ¿qué?

El psicólogo del hospital le ha dicho a mi madre que puede estar tranquila, que no advierte en mí tendencias suicidas.

¿Ypara eso ha tenido el tío que tirarse años estudiando? ¿De verdad necesitaba hacerme tantos test para averiguar algo que me parece tan claro?

De todas formas, si la declaración del psicólogo sirve para que mi madre se quede más tranquila, hasta la doy por buena.

Nadie de clase ha venido a verme. La sombra de Silvia es mucho más alargada de lo que yo creía, de forma que sigo condenada al aislamiento total. Quien si vino de visita fue el director del colegio.

Nunca me ha caído bien. Es una de esas personas que pierden el culo por quedar bien con los padres y todo eso, porque al final son ellos los que pagan el pastizal que cuesta mi dichoso colegio pijo. Pero, en el fondo, estoy convencida de que los alumnos no le importamos una mierda.

Sé que no vino a verme a mí. Vino a quedar bien con mis padres. O, mejor dicho, con mi padre, que tiene un negocio que va viento en popa a pesar de la crisis.

El gilipollas del director debe estar convencido de que a lo mejor, si le hace la rosca, mi padre le regala un nuevo equipo de sonido para el salón de actos o algo así. Por eso vino a verme.

Me trajo de regalo un libro de poesías.

Sin comentarios ¿eh? Pero hay que tenerlos muy grandes para trerle un libro de poesía a alguien que se ha pasado más de una semana con un pie en el otro barrio. Además, no sé de donde saca que a mí me gusta la poesía.

El caso es que entró e mi habitación con cara de palo, me apretó la mano con su mano sudada y luego, antes de preguntar siquiera como estaba, quiso saber si mi pade estaba por ahí.

Me dieron ganas de contestarle: "Se acaba de marchar. Jódete".

No lo hice. El dire se quedó allí, apretándome la mano y mirándome como si yo le diese mucha pena. En el fondo, lo que le daba pena era haberse pegado el paseo hasta allí para no ver a papá.

Me dijo que esperaba que me recuperase pronto. Que lo que había hecho era una tontería muy grande, pero que todos los adolescentes hacen cosas de las que luego se arrepienten y que la gente sabe pasar página.

Es decir, que me había perdonado. Que enrollado, el dire.

Luego, para despdirse, aseguró que todos esperaban con ilusión mi regreso al colegio. Fue flipante. Aquel tío, que no sabía nada de mí ni de lo mal que lo estaba pasando, diciéndome algo sin pies ni cabeza.

Y ahí no me pude aguantar: "Le agradezco la visita, pero creo que está mal informado. A nadie en el colegio le importa una mierda si vuelvo o no".

Se quedó blanco como la pared. Y yo, no sé por qué, me sentí un poco mejor.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Todo se cura

Alguien me lo ha dicho: tu pierna mejorará.

Eso espero, porque si no fuese por los calmantes no podría pegar ojo por la noche. Mi pierna está ahí, con unos cuantos clavos dentro - supongo que ahora pitaré en los arcos detectores de metal - y un aspecto no demasiado bueno, pero puedo imaginármela dentro de algún tiempo, cuando tal vez haya recuperado toda la movilidad y ella, mi pierna, vuelva a ser como antes.

La cuestión es: ¿y el resto de las cosas? ¿También mejorarán? ¿Volverán a ser como antes?

La respuesta a esto último es: no. Nada puede ser como era hace tres meses. Y más aún: nada puede ser como era justo antes de mi accidente.

Les he mentido a todos. A mi padre. A mi madre. Al médico. A todos les he dicho lo mismo: "no me acuerdo de nada". Pero sí lo hago. Me acuerdo perfectamente de todo. Sólo que es preferible que ellos no sepan qué es ese todo.

Hasta ahora, yo siempre había tenido secretos. Es lógico. Los niños los tienen. También los adolescentes. Secretos con sus amigos, con sus compañeros. Y, sobre todo, con sus padres.

Yo no podía contarle a mi masdre, por ejemplo,que en el viaje de fin de curso del año pasado me había enrollado con un chico de clase. No fue nada del otro mundo, pero a mi madre no le gustaría saber que a su niña - eso soy para ella . le había metido mano un chico de su edad.

Tampoco podía contarle hasta donde habíamos llegado J. y yo cuando salíamos juntos, aunque ella intentaba hablar conmigo de esas cosas. Yo me negué en redondo. No soporto a las madres que quieren ser amigas. Tengo muchas amigas (en realidad, las tenía...), pero prefiero que mi madre no sea una de ellas.

Y esos eran mis secretos. Mis grandes, inconfesables secretos. Nunca pensé que pudiese tener dentro algo mucho más importante.

Ahora es así, y tengo que enfrentarme a ello. Mi gran secreto, el secreto que no puedo compartir con nadie, es la razón por la que estrellé el coche de Lou.

Empiezo a pensar que lo que hice fue una terrible estupidez, pero ya no hay vuelta atrás. Me consuelo pensando que mi pierna mejorará... en cuanto al resto, ya veremos qué pasa.

martes, 16 de noviembre de 2010

En una habitación de hospital

En una habitación de hospital el tiempo pasa muy despacio. Alguien debería estudiar eso.

Vas a una fiesta y las horas pasan volando. Pero en otras circunstancias - por ejemplo, las mías - las horas parecen tener doscientos minutos.

Mi madre está todo el día conmigo. Se ha pedido vacaciones en el trabajo. Mi padre también viene, claro, pero mucho menos.

Supongo que en la duración de sus visitas influye mucho la cara de pocos amigos que le pongo.

La pierna me duele mucho, a pesar de los calmantes. Tanto, que empiezo a arrepentirme de lo que he hecho. Ya ni siquiera me compensa pensar en el coche escacharrado de la tía Lou.

Hoy por la mañana vino un psicólogo, o un psiquiatra o no se qué. Estuvo hablando conmigo mucho tiempo. Me preguntó por qué lo había hecho, refiriéndose, supongo, a lo de estrellar el coche de Lou.

¿Qué iba a contestarle? "Lo hice porque quería fastidiar de alguna forma a la traidora de mi tia Lou, y si todo hubiese salido según lo previsto y los airbags no se hubiesen quedado enganchados, ella ahora estaría sin coche y yo partiéndome de risa sana y salva". También podría ponerme chula y contestarle "lo hice porque me dio el punto". Pero eso hubiese sido una tontería, y tampoco es buena idea el ponerme a este hombre en contra. Contar con las simpatías de los médicos es importante cuando uno tiene que estar en un hospital.

Pero como no le puedo contar la verdad, y cualquier cosa que diga no hará más que empeorarlo todo,  tiré por la calle de enmedio.

Le dije que no me acordaba de nada. Él pareció quedarse conforme, lo cual me hace pensar en dos posibilidades:
a) que soy una gran mentirosa capaz de colársela a todo el mundo, incluso a un psiquiatra
b) que el psiquiatra que me han mandado es un capullo integral al que es muy sencillo tomar el pelo.

En cualquier caso, es muy sencillo eso de refugiarse en la falta de memoria. "No me acuerdo" es una respuesta muy cómoda cuando no puedes contar la verdad

lunes, 15 de noviembre de 2010

Todo puede ser peor

Ramón me preguntaba ayer que qué se siente al estar en coma; pues bien, no sé lo que sienten los demás, pero yo no sentí absolutamente nada. Lo último que recuerdo es el golpe - un golpe terrible - y luego me desperté en la cama de un hospital, con cables por todas partes, un tubo en la garganta y un médico que me ponía en los ojos una linterna incomodísima.
Tenía la sensación de que no había pasado ni un minuto desde el accidente
Y, sin embargo, habían transcurrido casi diez días. Un motón de horas en las que no me enteré de NADA. Por eso, Ramón, aunque ya sé que hay gente que habla de túneles y luces blancas, yo no vi nada de eso De hecho, la única luz que recuerdo es la de la linterna del médico.
Supongo que poco a poco me iré enterando de cosas. Me gustaría saber quién llamó a la ambulancia, quien me sacó del coche, cómo llegué al hospital... en fin, esos detalles que estará bien usar dentro de muchos años, cuando cuenta esta historia como una batallita.
Ayer os decía que os tenía que contar lo peor. Bueno, pues allá vamos: como no puedo contarle a mi madre que estrellé contra el muro el coche de Lou solo porque quería joderla todo lo posible, ella y mi padre piensan que he intentado suicidarme.
Alucina. Yo, una suicida.
Es lo más absurdo que he escuchado en mi vida. Mira que lo he pasado mal en estas semanas,pero jamás se me ha pasado por la cabeza semejante cosa.
El suicidio es de cobardes, y yo lo soy.Tengo muchos defectos y todo eso, pero desde luego no el de la cobardía.
Sea como sea, mis padres piensan que quiero estar muerta, y yo no sé como voy a sacarles de la cabeza semejante idiotez. Que se preocupen por otras cosas, que lo que es por eso, no merece la pena.
Y entre tantas cosas malas, una buena noticia: el coche de la tía Lou está completamente destrozado. No servirá más que para chatarra. Ycuando me imagino su precioso Audi de camino al desguace, la verdad es que me entran ganas de reír.
Aunque esté llena de tubos y de agujas, y tenga una pierna hecha polvo y haya estado casi diez días en el limbo.-

domingo, 14 de noviembre de 2010

Las cosas no siempre salen como uno quiere

Acabo de aprenderlo: uno hace planes, pero luego no es tan sencillo que todo sea como habíamos imaginado.

He estado ocho días en coma. Sí, sí, habéis leído bien: ocho días completos.

Si lo recordáis, mi intención era cogerle el coche a la tía Lou y estrellarlo contra el muro de la casa de Silvia. Hasta ahí, las cosas fueron como la seda. El coche de Lou tenía las llaves puestas, y pude sacarlo sin que ella se enterara.

No había un alma por la urba, así que nadie vio a una cría conduciendo un coche. Cuando vi la casa de Silvia, pensé que estaba de suerte: había aparcado su vespino justo delante. Su vespino rosa, tan pijo como la propia Silvia.

Para darme valor, y durante unos segundos, recordé todas las cosas malas que me habían pasado durante la semana. La ruptura con J. La traición de Silvia. Mis compañeros ignorándome en el colegio. El abandono de papá. Mi madre llorando. La tía Lou besando a mi padre y luego yendo de colega enrollada.

Respiré hondo y me deseé suerte a mí misma. Aceleré a tope, le di un buen trompazo a la moto y luego me incrusté contra el muro. De la casa

Hasta ahí, perfecto. El coche estaba destrozado, lo mismo que la vespa de Silvia y el muro de su casa.

Pero hubo un pequeño fallo. Corrijo: un fallo muy grande.

Los airbag no saltaron. Claro que yo no tuve tiempo de enterarme.

Así que aquí estoy,en una cama de hospital, después de más de una semana en coma, con la cabeza como un bombo y una pierna rota por nosecuantos sitios.

Pero eso no es lo peor. Lo peor os lo contaré mañana.

martes, 2 de noviembre de 2010

Lo que voy a hacer

Hoy es el día. La suerte está echada.

Acabo de llegar a casa del colegio. Mi madre aún no ha vuelto. Y yo que quedado con la tía Lou con una excusa.

Ya lo tengo todo preparado: iré a su casa en plan buen rollo.

La tía Lou vive en un chalé en la urba de al lado. Su casa, a pesar de la decoración étnica y todo eso, es bastante bonita. Tiene jardín, una pequeña piscina propia y un solarium. Así de hortera es la tía Lou

El caso es que lleagré a su casa, estaré con ella un rato, ya he dicho que de buen rollo. Y,cuando salga de la casa, me llevaré su coche.

Lou adora su dichoso Audi, pero tiene la mala costumbre de dejarlo aparcado con las llaves puestas.

No pienso ir muy lejos: daré solo una vueltecita por la urba, y luego... luego pondré el coche a tope y lo estrellaré el coche contra un muro. Por cierto, el muro elegido para EL SUPER PORRAZO es el de la casa de Silvia, que también vive por allí.

El coche quedará hecho una pena y a mí no me pasará nada porque, como la tía Lou se encarga de repetir a diestro y siniestro, su audi tiene siete airbags.

Eso sí, con airbags y todo, tengo que tener cuidado de ponerme bien el cinturón de seguridad, porque no me gustaría romper el cristal con mi propia cabeza, por muy espectacular que quedara.

Luego, espero tener tiempo para quitarme el cinturón y salir del coche. Si tengo suerte, la tía Lou pensará que han sido unos gamberros. Incluso puedo llamarla para decirle que, al salir de su casa, he visto a dos tipos con muy malas pintas controlando su coche.

Bien, pues eso es todo. Queda media hora y la suerte está echada. Por favor, madadme buenas vibraciones y buenos deseos para que esto acabe bien.

lunes, 1 de noviembre de 2010

La tia Lou

Acaba de marcharse, la capulla. Estuvo aquí dos horas, haciéndose la simpática. Trajo una tarta que se supone que había hecho ella, y debía ser verdad porque estaba asquerosa. Una tarta reseca, con el chocolate medio quemado y el bizcocho duro como una piedra.

Luego se hizo la preocupada: "¿cómo estás? ¿cómo te sientes? Dora, tienes que tirar para adelante. Soy tu amiga, Dora, y aunque me duela decirlo, salir del bache o no depende soooooolo de ti".

A mí me daban ganas de decirle "¿Salir del bache? ¿Y quien la ha metido en él, pedazo de zorrón? ¿Quién es la culpable de que mi madre no levante cabeza, y llore por las noches, y apenas coma?

(Claro que en eso de no comer es mejor que cierre el pico: yo tampoco tengo mucha hambre últimamente, y como siempre he estado bastante delgada, entre unas cosas y otras me he quedado en el chasis)

No nos desviemos: la tía Lou, venga a parlotear haciéndose la súper mejor amiga, dándole consejos a mi madre, diciéndole que tenía que salir y conocer gente.

Y yo, que estuve a punto de decirle: "¿Gente? ¿Qué gente quieres que conozca mi madre? ¿Gente como tú, capaz de darle una puñalada como una catedral? Pues si es esa gente a la que va a concer, prefiero que se quede en casa, tranquilita, viendo la tele".

También le dio por aconsejarle que se arrglase más. Que fuese a la peluquería, que se cambiase el peinado y el maquillaje. Y que se comprase ropa nueva.

Mientras decía eso, yo la miraba por el rabillo del ojo y ´me fijaba en su vestido caro, su pañuelo de seda,sus zapatos de tacón. Me fijaba en un anillo grande que llevaba, y en unos pendientes muy bonitos. De repente pensé que quizá aquellos pendientes se los había regalado mi padre, y me dieron ganas de vomitar desde  la primera papilla hasta su repugnante tarta de chocolate.

Pero, como os he dicho, llgará el momento de poner las cosas en su sitio. Cuando estaba a punto de marcharse, le he dicho a Lou que me gustaría ir a su casa para hacer una foto a una de sus preciosssssas máscaras africanas. Que en el colegio estábamos haciendo un trabajo y me vendría muy bien.

Alguien menos estúpido que Lou se hubiese preguntado para qué demonios iba a servir una de sus máscaras en un trabajo de ESO. Pero Lou solo pensó en su sofisticada decoración étnica y en como ésta me había impresionado.

"Pues claro, Valeria. Ven cuando quieras!! Así podremos charlar tú y yo!!"

Sí, sí. Ya verás lo bien que lo vamos a pasar, tía Lou. Nos vamos a divertir un montonazo.

Mañana nos vemos. Mañana es el día.

domingo, 31 de octubre de 2010

Ya lo tengo

Sí, ya lo tengo. Lo haré pronto: tal vez mañana, o pasado: Hoy, Lou ha anunciado su visita a nuestra casa "para hacer compañía a mamá".

Hay que tener morro: primero le levanta a su marido, lo cual hace que se quede sola, y luego viene a hacer compañía. Eso s como si yo le quitara una de sus máscaras étnicas africanas, la estrellase contra el suelo y luego le regalase un  bote de pegamento para que le quedase como nueva.

Hacer esas cosas es propio de gente como la tía Lou.

A ver que cara se le pone cuando su querido Audi se convierta en un montón de chatarra. Aunque todavía no sé muy bien cómo voy a conseguirlo. Si me hubiese propuesto pintarrajearlo sería más fácil - aunque no imposible - , pero lo que quiero es reducirlo a un guiñapo inservible. Que tenga que llevarlo al desguace. Que deba rascarse el bolsillo para comprarse otro coche con tapicería de piel de persona y colores raros

Desde que he tomado la decisión de vengarme, me siento un poco mejor, y eso me hace pensar que tal vez soy una mala persona.

En el colegio hablan de la paz, el amor y bla bla bla. Pero, después de pasar un mes horrible, lo único que me consuela y me da fuerza es la ideade venganza.

A lo mejor soy una especie de monstruo. Quizá haya algo malo dentro de mí.

Quizá,cuando crezca, me convierta en una delincuente. Aunque, la verdad, yo no me veo en plan asesina en serie, sino más bien como una vengadora. Como alguien que va por ahí haciendo justicia.

Y eso no puede estar mal.

jueves, 28 de octubre de 2010

El coche de Lou

El coche de la tía Lou es un audi de gama alta, o eso es lo que ella dice. Ni sé cuántas veces le he escuchado contar que tuvo que esperar cuatro meses a que llegase el modelo que quería, de color gris grafito.

Y vosotros diréis ¿qué color es ese? Pues un negro a medias, como aclarado con un chorretón de blanco. Pero, claro, a ella lo de Gris Grafito le parece finíssssssimo y pijissssssimo como su dichoso y cochino coche caro.

Luego está lo de la tapicería. Ella dice que es cuero, y a lomejor es verdad. O ha ido más allá, y le ha puesto a los asientos un forro de piel de persona.

La tía Lou es capaz de eso y de mucho más. De matar a cuatro o cinco desdichados para que el interior de su coche sea sssssuave y elegannnnnnnte.

La tia Lou trata al coche como si fuese de su familia, o eso es lo que parece. Una vez, yendo con ella mamá y yo, un tipo le hizo una rozadura pequeñísima,del tamaño de la uña de un dedo del pie, y había que ver como se puso de histérica. Parecía que le habían hecho una cicatriz en mitad de la cara como lade ese tipo, Scarface, y que iba a ncesitar cirugía estética en lugarde un poquito de chapa y pintura.

Ya véis que drama, que te rasquen el coche. Pues para Lou si lo fue. Una desgracia, vamos.

Así que no tengo duda sobre mi punto de actuación: si quiero machacar a la tía Lou, su coche es la víctima perfecta.

Al principio pensé en comprar unos cuantos aerosoles y decorárselo. Podría pintarle nubecitas, símbolos de la pazde esos de la pata de pollo, corazones... o, simplemente, escribirle "zorrazorrazorrazorra" muchas veces, en el capó, en las ventanillas, en los tapacubos...

El problema es que la tía Lou deja siempre el coche en el garaje. También podría actuar cuando ella estuviese en mi casa, pero entonces es seguro que no podría rematar la obra maestra: mi madre, o la propiaLou, me pillarían con las manos en la masa.

Por otro lado, tampoco es tan caro pintar un coche

Tiene que haber algo más. Y creo que ya sé lo que es...

miércoles, 27 de octubre de 2010

Lo que le importa a Lou

Lo dije ayer: si quiero devolverle la pelota a la tía Lou, tengo que pensar en algo que le importe de verdad.

Supongo que ahora a la muy zorra lo que le importa es mi padre, pero poca cosa puedo hacer ahí.

También le importa su casa: la muy imbécil está suuuuuper suuuuuper orgullosa de su precioso apartamento decorado por uno de esos caraduras que te cobran una pasta por pintar todo de blanco y escoger media docena de muebles carísimos y unas máscaras africanas.

En serio, deberíais ver el apartamento de Lou: parece un hospital de un poblado de Kenia o algo así: las paredes, la alfombra, el sofá, todo de un blanco que da grima, y luego un montón de cacharros "étnicos", que apuesto a que ni siquiera ella sabe lo que significa.

Los puñeteros cacharros étnicos costaron un riñón, y me apuesto a que el decorador los compró en el chino de la esquina y luego le dijo que los había traído de Senegal o de sabe Dios donde.

El caso es que Lou esta tan contenta con su apartamento, que sería maravilloso jorobárselo. Y bien fácil, por cierto: con llevar un spray de pintura negra, todo arreglado.

La verdad, con lo cabreada que estoy ahora mismo, lo pasaría fenomenal entrando en su casa con un bote de titanlux para ponerlo todo perdido, y un palo de fregona para hacer trizas sus cochinas máscaras del África Negra compradas en el Todo a Un Euro.

Pero no nos engañemos: ¿cómo iba yo a poder entrar en el apartamento de la tía Lou?

Así que descartado lo de hacer el gamberro en su casa, ap esar de lo estupendamente que me lo pasaría y toda la adrenalina que podría soltar. 

Tiene que ser otra cosa. Y pensando, pensando, he recordado lo que más quiere Lou. Más incluso que su apartamento moníssssssimoy pijíssssssimo.

A mi tía Lou le encanta su coche.

Empecemos por ahí. ¿Qué os parece?

martes, 26 de octubre de 2010

Sacar la cabeza

Eso es lo que voy a hacer a partir de ahora: sacar la cabeza. Silvia no quiere saber nada de mí, y no pienso seguir lamentándome por ello. Borrón y cuenta nueva.

Mi madre parece estar algo mejor. Sigue triste, claro, pero ya no tiene esas ojeras, ni tampoco la mirada perdida. Ayer pedimos pizzapara cenar. Com champiñones y pimiento, porque mi madre no quiere que comamos grasa.

Es un avance: hace una semana que solo comía ensaladas y purés de verduras. Le vendrá bien un poco de comida basura, para varia.

He decidido no decirle nada de los de Papá con Lou. No ganaría gran cosa sabiendo lo que le han hecho.

Pero, cuando le doy vueltas a lo sucedido, cada vez me da más rabia, y cada vez tengo más claro que debo hacer algo. El qué, no lo sé. Pero si de algo estoy segura es de que la bruja de Lou no se puede ir de rositas después de lo que ha hecho.

Tengo que hacerle algo que recuerde toda la vida. Algo que, al pasar el tiempo, siga escociéndola y pueda pensar: me lo tengo merecido.

Una vez, en un libro, leí que para hacer daño a una persona lo primero que había que tener claro eran las cosas que le importaban de verdad.

Así que loque tengo que decidir ahora es qué le importa a la tía Lou.

Lo demás es cuestión de tiempo.

Cosa mía.

lunes, 25 de octubre de 2010

Haciendo el indio

Sí, eso es lo que hecho: una tontería. El ridículo más grande.

Ayer llamé a Silvia. Primero al móvil, y ni m lo cogió. Luego a su casa. Salió su madre, que es tonta perdida "Hola, Valeria, bonita, qué os pasa a ti y a mi niña que estáis enfadadas, con lo buenas amigas que erais". Luego me la pasó. Creo que tuvo que convencerla de que se pusiese, porque tardó un buen rato.

Cuando conseguí por fin hablar con Silvia, ni siquiera sabía qué decirle.

S- ¿Qué quieres? - me preguntó.
V- Nada. Hablar un rato.
S- Pues ya estás hablando. Qué.
V- Silvia, que llevamos un montón de tiempo siendo amigas, que esto no tiene sentido...
S- Ya. Pues haberlo pensado antes de darme un bofetón delante de todo el colegio.
V- Te recuerdo que te enrollaste con mi novio.
S- Ya no era tu novio, Valeria. Pero, a pesar de todo, tenías que montar el numerito. Darme una torta, que no me las ha dado nunca ni mi padre... Dejarme como una tonta delante del profe de alemán, que sabes que no me puede ni ver... Y comerme un castigo en la bilbioteca... Nunca, en toda mi vida, había pasado tanta vergüenza.
V- Pero...
S- No te lo perdono, Valeria. Ni aunque viviese mil años podría perdonarte. Ypienso hacer lo posible para que tu vida sea una mierda. ¿Lo has pasado mal estos días? Pues prepárate, porque todo va a ser así a partir de ahora.

Entonces le colgué el teléfono. Por lo menos me di el gusto de ser yo quien interrumpiera la conversación. Porque la verdad es que lo único que había conseguido era quedar delante de Silvia como una verdadera pringada.

Nos enseñan que hay que ir por la vida buscando soluciones, dando el primer paso, intentando conciliar... pero ¿no os paece que a veces es mucho mejor dejar las cosas tal y como están? ¿Qué al intentar arreglarlas se pueden ir a la mierda definitivamente?

Ahora ya sé que lo de Silvia no tiene arreglo. Y, la verdad, habría sido mejor pensar en que aún me quedaba alguna esperanza de que las cosas volvieran a ser como antes.

domingo, 24 de octubre de 2010

Empiezo a pensar

Sí, eso es lo que hago: empiezo a pensar con claridad. Estoy sola y más bien colgada. Me que quedado sin novio, sin mejor amiga y sin familia.

Esto es lo que hay. Y no es mucho, para qué me voy a engañar.

Repasemos si hay algo que puedo recuperar:

a) A mi novio, ni de broma. Me plantó sin muchas contemplaciones, y luego se lío con otra. El que fuese mi amiga ni siquiera es lo más importante.

b)A mi familia, menos aún. Mi padre llegó un día diciendo que se largaba de casa porque necesitaba tiempo. Ahora, por lo menos, sé que lo que necesitaba era tiempo para darse el palo con otra tía. Así que descartada la idea de volver a ser una familia feliz.

c)A mi mejor amiga. Hummm...Podría ser...

Después de todo, nada de lo que ha pasado entre nosotras es irreversible. Ella me quitó a J., yo la abofeteé. Punto. No se ha muerto nadie, ni nada por el estilo. De hecho, soy yo quien debería estar enfadada. Quien tiene derecho a esperar que le pidan perdón.

Silvia no va a hacerlo por voluntad propia. Es orgullosa y cabezota como ella sola. Incapaz de bajarse de la burra, como dijo un día la profesora de historia cuando Silvia se empeñó en que la fecha que ella daba estaba bien y mal la que ponía el libro.

Creo que con eso está todo dicho.

Así las cosas... ¿cómo voy a esperar a que sea ella la que dé el primer paso para que nos reconciliemos?

Tengo que ser yo, por mucho que me cueste. Al fin y al cabo, Silvia y yo somos amigas desde los doce años. Eso es la prehistoria, como quien dice.

No es que me encante la idea de ser yo la que se humille, pero mi vida es un desastre ¿no? Así que debo ser quien haga algo para arreglarlo.

Esta tarde voy a llamar a Silvia.

¿Crees que es una tontería?

sábado, 23 de octubre de 2010

Dándole vueltas

Sigo dando vueltas a lo que vi el otro día: mi padre morreándose con una tipeja.

Una tipeja que es amiga de mi madre. Una tipeja que, cuando llama a casa y contesto yo al teléfono, me dice  "¡Hola, Valeria, soy la tía Lou!"

La tía Lou. Ja, Ja, Ja.

Hace unos días pensaba que nada en mi vida podía ir peor. Claro que entonces no podía ni imaginarme que una persona a la que conozco de toda la vida iba a tener el valor de enrollarse con mi padre.

Reconozco que nunca he necesitado tanto una amiga. Alguien a quien poder contarle lo que me está pasando. A quien hablarle de mi madre, de mi padre, de esa cerda de Lou.

Pero estoy sola, y esto es lo que hay. Reconozco que a veces pienso lo bien que me sentaría llamar a Silvia y hablar con ella. Contarle todo esto, que me escuchara. Sienta bien compartir con alguien un secreto horrible. Lo que te guardas dentro crece, crece y cada vez se hace más grande. Más grande, y más malo.

Por eso doy más vueltas a las cosas. Porque tendré que llevar esto por mí misma. Tomar decisiones.
Y una cosa tengo clara. Esto no va a quedarse así.

Te preguntarás qué voy a hacer. Pues mira, todavía no lo sé

Pero ya se me ocurrirá algo.

Puedes apostar a que sí...

miércoles, 20 de octubre de 2010

La verdad que duele

Os lo contaré todo. A lo mejor porque no puedo contárselo a nadie más.

A lo mejor porque encuentro alivio al escribir.

Ayer os conté qué había estado sola cuando fui con toda la clase al museo Thyssen. Lo que no podía imaginarme era que me esperaba algo mucho peor que sentirme desplazada mientras mis compañeros se divertían.

Como ya escribí, cuando acabó la visita todo el mundo se desperdigó por la zona para tomar algo o dar un paseo y yo me quedé sola, fingiendo que no me importaba nada pasear por Madrid más colgada que un jamón.

Me fijé entonces en un café muy pequeño y muy bonito, y pensé que a lo mejor sería agradable tomar allí un refresco, intentando no pensar en que mi vida era un mierda.

Y entré en el café.

Adivinad quien estaba dentro.

Mi padre.

Pero lo peor es que no estaba solo, sino con la mejor amiga de mi madre. Allí, los dos, cogidos de la mano, besuqueándose.

Me hubiese dado asco. Pero me dio tanta,  tanta pena, que hasta me olvidé de sentir cualquier otra cosa.  

¿Qué hice? Primero, quedarme allí parada. como si fuese una imbécil.

Luego, salir corriendo antes de que me viesen.


Ahora ya sé porqué mi padre nos dejó tiradas a mi madre y a mí: porque tiene un lío con otra.

La pregunta es ¿qué debo hacer ahora? ¿Hablar con mi madre? ¿Soportar sola este secreto?

¿Qué harías tú con esta verdad que tanto duele?

martes, 19 de octubre de 2010

Ahora ya lo sé todo

Ahora ya lo sé todo.

Ya sé por qué nos dejó mi padre.

Ya sé porqué se marchó así, sin más, sin dar explicaciones.

No sé si hubiera querido enterarme como lo hice, esta misma mañana. Había programada una estúpida excursión con el colegio. Una visita al Museo Thyssen. Lo mismo que el año pasado.

No es que no me guste la pintura. Sí me gusta, pero viéndola a mi aire, de la forma que yo quiero, y no con una profesora pesada insistiendo en que miremos esto o aquello, aquí o allá.

Por la mañana intenté escaquearme de la visita. Le dije a mi madre que me dolía la cabeza, y la garganta, y los oídos. Le hubiese dicho que me dolían las uñas de los dedos de los pies, si hubiese servido de algo. Pero no coló. Valeria, Valeria, Valeria... no te pases de lista...

Que no me pase de lista, dice. Claro, no es ella la que se va a pasar la mañana en un museo mirando rayas de colorines mientras una imbécil listilla intenta hacernos flipar delante de un cuadro.

Como si eso fuera posible. Como si no me tuviesen ya suficientemente flipada todas las cosas que me pasan.

El caso es que mi madre me obligó a subirme en el autobús. Hice sola todo el viaje a Madrid, mienttras los demás se reían de sus cosas y me echaban miraditas, y yo intentaba poner cara de que no me importaba una mierda que me estuviesen dejando de lado.

Luego, ya  en el museo, hice sola todo el recorrido. La guía me miraba, supongo que preguntándose a qué venía que todo el mundo pasara de mí. ¿Qué pensaría? ¿Que soy una rarita? ¿Una chiflada? ¿Una extraterrestre? ¿Pensaría que soy una soplona, una chivata que les va con cuentos a los profesores y por eso todo el mundo pasa de ella? Y mientras yo seguí la visita intentando aparentar indiferencia, aunque tenía unas ganas tremendas de echarme a llorar allí, entre los reratos y los bodegones y todas esas mierdas en las que se gastó su fortuna un millonario chiflado. Anda que si yo tuviese la pasta del Thyssen ese también me la iba a gastar en comprar cuadritos para que los viesen unos adolescentes gilipollas.

Luego, cuando acabó la visita, nos dieron una hora libre para dar una vuelta por la zona. Todos se alejaron de mí en grupitos, buscando un lugar para tomar una cocacola.

Yo me fui sola,claro, y vagué por las calles cercanas hasta que di con un café pequeño y bonito.

Y entonces lo vi. Y, de golpe, lo entendí.

Por desgracia, ahora ya lo sé todo.

domingo, 17 de octubre de 2010

Es de noche

No debería estar escribiendo, sino durmiendo.

Eso es lo que me acaba de decir mi madre: Valeria, no son horas de estar con el ordenador.

¿Y por qué no? ¿Qué debería estar haciendo? ¿Llorar por las esquinas?

El viernes fue como el jueves; o más bien peor. Porque había una fiesta en casa de uno de los chicos de clase. Yo estaba invitada. Pero la novia de este chico era una de las compañeras de las que me reía en los mails.

El viernes por la mañana élse me acercó y me dijo que no podía invitar a su casa a alguien que se reía de su novia a espaldas de ella.

Le dije que lo entendía. Qué otra cosa podía hacer?

Aunque ¿nunca habéis pensado que todo el mundo, hasta nuestros mejores amigos, han dicho alguna vez algo desagradable de vosotros?

El problema es que las cosas horribles que yo dije de la gente son gracias a Silvia de dominio público.

Ayer, cuando a la salida del colegio todos menos yo se fueron a la fiesta, sentí ganas de morirme.

Pero no es eso lo que voy a hacer.

Debería pasar a la acción. Cuando antes. Hacer algo para no sentir que estoy hecha de piedra.

Algo para volver a sentir una cosa distinta a una profunda compasión por mí misma.

Sé que se me ocurrirá.

Claro que no son horas para estar frente al ordenador. Pero me ayuda el pensar que estáis ahí, escuchándome.

jueves, 14 de octubre de 2010

Más de lo mismo

Los chicos de clase no me hablan.

Supongo que es normal, después de que Silvia les haya puesto delante de las narices las pruebas de que soy una verdadera zorra.

Me gustaría que pudiesen ver también los correos que Silvia me enviaba a mí y en los que demostraba que puede ser tan mal bicho como yo. Incluso bastante peor...

Pero, claro, yo borré esos correos. ¿Que por qué lo hice? Porque mi madre tiene la costumbre de fisgar en mi ordenador. Bueno, no es fisgar por fisgar: es que a veces lo usa porque deja su dichoso portátil en la oficina.

Sabía que mi madre me la liaría parda si viese los correos que nos cambiábamos Silvia y yo, así que, sencillamente, los borré. Para evitarme problemas con mi madre.

No pensé que estuviese borrando indicios interesantes, pero lo hice. Ahora Silvia tiene pruebas de lo malísima persona que soy, y yo no tengo nada que enseñar para demostrar que no soy la única.

Y todo, claro, por culpa de mi madre. Si dejase en casa su portátil. Si no tuviese la manía de meter las narices en el mío con tanta frecuencia.Si fuese capaz de dejar que viva a mi aire. Si, sí, sí...

El caso es que los que antes eran mis amigos me miran con desconfianza, mi antigua mejor amiga me mira con un odio satisfecho y mi exnovio ni siquiera me mira.

Esto es una mierda.

miércoles, 13 de octubre de 2010

¿Cumpleaños feliz? Y una mierda...

Ha sido el peor cumpleaños de mi vida. Os cuento porqué.

Ya sabéis que el otro día le pegué una bofetada a mi amiga Silvia - ¿o debería decir a mi EXAMIGA Silvia? - y ella aseguró que me iba a arrepentir. La verdad, no me lo tomé muy en serio. Pensé que era cosa del calentón, y que se le pasaría.

Pues no se le pasó. Todo lo contrario.

Parece que la muy bruja estuvo dando vueltas al asunto todo el fin de semana hasta que se le ocurrió la manera de vengarse. Y lo hizo.

Os pongo en antecedentes: hace tiempo, a Silvia y a mí se nos ocurrió envarnos la una a la otra un correo semanal en los que dábamos unos premios secretos a las otras chicas de la clase. Por ejemplo, si Sara había estado muy pesada en la exposición de Literatura, la nombrábamos Reina del Rollazo. Si Cata traía al colegio una de sus minifaldas cortísimas, le dábamos el título de Miss Piernas Torcidas 2010... y todo así.

Vale, no digo que esté bien, pero son cosas que se hacen entre amigas. Silvia y yo nos partíamos de risa leyendo aquellos mails que estaban escritos con tan mala leche.

Pues hoy por la mañana, cuando llegué al colegio, me di cuenta de que Silvia había hecho copia de los mails que YO le había mandado y los había repartido por la clase.

Os podéis imaginar que mis compañeros no me cantaron precisamente el cumpleaños feliz.

Qué curioso: ayer tenía quince años y solo me odiaba Silvia...

Ahora tengo 16 y me odia toda la clase.

Cuando llegué a casa del colegio, vi quemi madre me había comprado una tarta.

Una tarta que tenía escrito arriba "Feliz cumpleaños".

Pues sí. Es un cumpleaños genial.

¿O no?

martes, 12 de octubre de 2010

Como un domingo

No ha sonado el teléfono en todo el puente.

Recuerdo otros puentes, y también otros domingos,cuando no estaba tan sola.

Frente a mí, mi madre me mira intentando que no me dé cuenta.

Sé que para ella esto también es difícil. Quizá se acuerde de lo distintos que eran también los domingos y los puentes cuando papá no se había largado de casa.

Me pregunto como puedes hacer eso: irte sin más. Un buen día te levantas y le dices a tu familia que te das el piro. Sin explicaciones, sin excusas. Yo nolo entendí, pero mi madre tampoco.

Hasta ahora, siempre había pensado que las cosas en casa estaban bastante bien. Mis padres no se peleaban ni nada de eso. No digo que fuésemos la familia perfecta, pero no estábamos tan mal.

Pero parece que mi padre lo veía de otra manera y por eso se marchó.

Al prinicipio lo sentía solo por mí. Ahora también lo siento por mi madre, que está ahí sentada, frente a mí, haciendo como que lee el periódico.Pero en realidad me está mirando, vigilando lo que hago, pendiente de mí, porque sabe que las cosas tampoco me van bien.

Tengo ganas de llorar. Pero no pienso hacerlo.

domingo, 10 de octubre de 2010

Pasando los días

Eso es lo que hago: dejar que los días pasen.

Entre otras cosas, porque tampoco puedo hacer nada más.

El fin de semana estuve sola en casa, con mi madre, pensando en J. y recordando lo que pasó con Silvia después de que la abofeteara.

 El profesor de alemán nos castigó a las dos y tuvimos que quedarnos el viernes después de clase en la biblioteca.

Pensé que al estar allí, fastidiadas las dos, tendríamos un motivo para hacer las paces.

Pensé que Silvia acabaría reconociendo que se ha portado fatal conmigo enrollándose con J. cuando acabábamos de cortar.

Pensé que querría que las cosas entre las dos volviesen a estar bien.

Pensé, pensé, pensé... y mientras tanto Silvia solo estaba preocupada por haberse jodido la tarde del viernes en la maldita bibliotecadel colegio.

Por eso... y por haber hecho el ridículo llevándose una bofetada delante de todo el mundo.

Cuando, al acabar el castigo, me acerqué a ella. Iba a tenderle la mano, a decirle algo así como "lo pasado, pasado", pero ella me miró como si me odiase.

Luego me agaró el brazo y me lo retorció el brazo. Le dije que me soltase, que me estaba haciendo daño. Y contestó "¿te hace daño esto, querida idiota? Pues esto no es nada en comparación con el daño que voy a hacerte a partir de ahora".

Eso fue todo. Luego, mi madre me recogió delante del colegio y empezó para mí el peor fin de semana de mi vida.

¿Qué va a pasar ahora?

viernes, 8 de octubre de 2010

Dudas

Me pregunto si alguna vez volveré a ser normal.

A ser la persona que era antes de que todo esto se me viniese encima.

Antes de que me levantase todas las mañanas con ganas de llorar.

Hoy está siendo un día mucho peor que todos los anteriores. Cometí un error: hablar con Silvia.

Silvia fue mi mejor amiga hasta hace unos cuantos días, cuando decidió pasarse por las narices nuestra amistad y cualquier otra cosa y se enrolló con el chico con el que yo salía.

Hoy, digo, cometí el error de intentar hablar con ella. No sé por qué lo hice.

No sé qué demonios esperaba que hiciera ella. Tal vez pedirme perdón, aunque está claro que no lamenta para nada lo que ha hecho. Pero yo necesitaba escuchar sus disculpas, quizá para convencerme a mí misma de que estaba arrependida y en realidad no quería hacerme daño.

Que equivocada estaba

Porque Silvia no se portó como la amiga que yo pensé que era. Me dijo que lo que había ocurrido entre ella y mi novio "son cosas que pasan". Eso fue lo que me dijo. Y luego añadió que tenía que comportarme como una adulta, pasar página, aceptar que ahora mi novio era su novio.

Y se me fue la pinza

Nunca hasta entonces me había pasado una cosa así, pero se me fue del todo.

Y le di a Silvia una bofetada. Una bofetada increíble, con la mano abierta, para cogerle toda la cara. Hasta le dejé marcados los dedos. Y encima lo vio todo el mundo, porque estábamos a punto de entrar en clase.

Y se armó. Vaya que sí. Porque Silvia no es de las que van por ahí quedándose de brazos cruzados. Se lanzó sobre mí como una fiera, y de no ser porque estaba por allí el profesor de alemán, me hubiese dado una buena.

Pero el profe nos separó, y nos castigó a las dos a quedarnos después de clase estudiando en la biblioteca.

De los nervios, del disgusto y de todo se me ha quitado el hambre. Así que, en vez de ir al comedor, me fui a la sala de ordenadores a escribir esto.

Le he pegado a Silvia. Nos han castigado a las dos.

Supongo que debería estar un poco contenta: ella tiene un tortazo y el castigo.

Pero sigo sintiéndome mal

¿Tú qué dices?

miércoles, 6 de octubre de 2010

Cuando pase el tiempo

"La vida sigue". Claro, eso ya lo sé. El mundo no se acaba porque yo tenga problemas.

Pero mis problemas están ahí, por mucho que no se acabe el mundo. ¿Lo pillas?

Tengo varios problemas, pero hoy sólo quiero hablar de uno: yo salía con un chico y un buen día me dejó. No sé por qué, pero supongo que estas cosas pasan constantemente. Además, una no espera que una historia así dure para siempre ¿no? A los 16 años, sales con alguien y un día te dice eso de que te mereces algo mejor, o que necesita estar solo, y te deja tirada como una colilla. Vale, no es ningún drama.

La cosa se pone peor cuando, solo unos dias después de que te haya dejado, encuentras a tu novio dándose el palo con otra tía.

Y empeora un poco más cuando esa tía que está morreando con tu exnovio es amiga tuya desde hace cinco años.

Eso ocurrió la semana pasada. Volvi a casa llorando, y mi madre intentó que le contase lo que me pasaba. Pero no le dija nada. No quiero que mi madre vaya de coleguita. Mi madre es una adulta que me castiga, me echa broncas, me pone reglas estúpidas. Los coleguitas no hacen esas cosas, así que, mamá querida, te vas a quedar sin saber por qué lloro.

Y ¿sabéis lo que me dijo? Pues algo como "Valeria, te ocurra lo que te ocurra, cuando tengas treinta años ni siquiera te acordarás de por qué llorabas".

Es un consuelo cojonudo ¿a qué sí?

Me encanta saber que dentro de catorce años se me habrá pasado el disgusto. Ya me quedo tranquila.

Y, hasta entonces ¿qué se supone que tengo que hacer?

Dímelo tú

martes, 5 de octubre de 2010

Nunca hasta ahora

Nunca hasta ahora había escrito un blog. Nunca había tenido un blog, ni pensado en tenerlo. Pero tampoco nunca me había sentido tan sola  como ahora.

Hasta hace unos meses era feliz, o al menos eso pensaba, sin sospechar que mi vida, toda mi vida, era en realidad una gran mentira.

Mi mejor amiga no era en realidad mi amiga. El chico con el que salía no era la persona que yo pensaba que era.Ambos me traicionaron.

Y ahora mi padre también lo hace: nos ha dicho a mi madre y a mi que se va de casa.

No entiendo. No entiendo nada.

Estoy sola como nunca lo había estado

Por eso empiezo a escribir este blog. Porque a lo mejor tú, que no me conoces, puedes comprenderme.

Y puedes ayudarme.