miércoles, 29 de diciembre de 2010

Otras posibilidades

Ayer hablé con mi madre de la llamada de Silvia. Se quedó con los ojos como platos, claro.

- Esa niña es un mal bicho. Debería hablar con su madre...

(Lo que faltaba. Mi madre de soplona)

- Ni se te ocurra. No serviría de nada...

(Bueno, sí serviría para algo. Para que se riese un poco más de mí)

Por fortuna, creo que le quité la idea de la cabeza. Aceptémoslo: Silvia había conseguido su propósito de amargarme la vida. El premio de consolación para mí era el haberle destrozado la vespino. No es gran cosa, pero menos da una piedra.

Ya me veía pasando el resto de mi vida con el cartelito de la suicida, de la pringada, de la abandonada. Un planazo, lo mío. Y así se lo dije a mi madre:

- Creo que, vaya a donde vaya, me mude a la urba que sea, Silvia será capaz de encontrarme y de contar a todo el mundo quien soy y todo lo que me ha ocurrido. Y cuanto antes lo acepte, muchísimo mejor. 

Mi madre se me quedó mirando, muy seria. Luego se sentó a mi lado y me dio un abrazo, pero no uno de esos abrazos pegajosos de madre. Era como un abrazo de amiga. De persona mayor.

- No tires la toalla, Valeria. Hay otras posibilidades. Tú déjame a mí. Se me ocurrirá algo, ya lo verás.

Otras posibilidades... si mi madre lo dice...

¿Qué opinas tú?

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