domingo, 26 de diciembre de 2010

Navidades chunnnngassss

Esta Nochebuena ha sido más bien triste, como os podéis imaginar. Vinieron mis abuelos, que estaban como de funeral, pendientes de su hija la separada y su nieta la presunta suicida. Mi abuela suspiraba de vez en cuando, y meneaba la cabeza como dicendo "¡qué desgracia tan grande ha caído sobre nuestra familia!".

A mi abuelo no se le notaba tanto el mal rollo, pero también le llegaba.

Ayer, que fue Navidad, comimos con una amiga de mi madre y con su marido, que es uno de esos tíos que quieren ir de graciosos y al final resultan patéticos porque no hacen más que gastar bromas de las que no se ríe nadie.

Hoy, por fin, estuvimos solas mamá y yo. Y lo prefiero: por lo menos nos libramos de caras largas y de coñas marineras de un cretino que debería aprender a callarse. Nos fuimos a comer fuera, tan a gusto las dos, y luego dimos un paseo en coche. Mamá dejó atrás Pozuelo, y nos fuimos en coche hasta Majadahonda. Allí me enseñó una urba.

Un urba bastante parecida a la nuestra: en Madrid, todas las urbas se parecen unas a otra como si fueran clónicas.
- ¿Qué te parece, Valeria?
- Psch...

Lo dicho, que no había mucho que opinar.

- ¿Recuerdas que te hablé de cambiar de aires?
- Ajá...
- Pues estoy pensando en mudarnos a esta urbanización. Hay una casa a la venta que está bastante bien de precio.
- ¿Y qué va a pasar con nuestra casa?

Se quedó pensando

- Pues la venderemos, supongo... además, hay que pensar que esa casa la compramos tu padre y yo. No sería justo que tú y yo nos quedásemos a vivir en ella y que él tuviese que alquilarse un apartamento. Lo lógico es venderla y repartirnos el dinero.

Ahora fui yo la que me quedé callada. Así que era definitivo: papá y mamá no volverían a estar juntos nunca más. Lo único que tenían en común  éramos yo y la casa.

Y la casa iba a venderse, ya me lo veía yo venir.

Pensaréis que soy una estúpida, pero me eché a llorar.

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