sábado, 11 de diciembre de 2010

Un paseo... y más cosas raras

He salido a la calle por primera vez en muchos días, con mi madre... y con muletas. Me sentía patosa y ridícula, pero mamá está empeñada en que tengo que recuperar la vida normal. Así que allá me fui, con mis cuatro piernas.

Cuando estábamos en el centro comercial, me ocurrió algo muy extraño. Estaba intentando entrar en el ascensor manejándome bastante mal con las muletas. Mi madre, que iba cagada de bolsas, no podía echarme una mano, y en ese momento un hombre vino en mi ayuda.

Era un señor mayor, con buena pinta. Uno de esos viejecitos que pueden salir en las películas haciendo de Santa Claus. Parecía muy buena persona, y cuando vio que tenía problemas me cogió por el brazo para ayudarme a entrar en el ascensor. Y entonces - y me resulta muy difícil de explicar - vi algo.

Entendedme: no lo vi delante de las narices, sino dentro de mi cabeza.

Vi a un hombre muy joven saliendo de una iglesia con una chica guapa vestida de novia, los dos felices, mientras les bombardeaban con arroz.

No duró mucho. Sólo unos segundos. Pero fue muy bonito.

No me preguntéis por qué, pero no tuve ninguna duda de que el hombre que había visto el día de su boda era el mismo anciano que se había acercado para ayudarme.

Y allí me quedé, con mis muletas... y hecha un completo lío.

Cada vez entiendo menos las cosas que me ocurren.

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