viernes, 25 de febrero de 2011

Una ventana a las sombras

En eso se ha convertido mi cabeza: en una ventana abierta por la que se cuela el pasado de los demás. Y no estoy muy satisfecha.

El pasado nos pertenece. Nada hay tan nuestro como aquello que hemos vivido. Y hay algo terrible en pensar que por culpa de mi don, el pasado de otros está expuesto a mi mirada.

No es culpa mía, claro; no puedo evitarlo. Pero no me gusta. Ayer Tara me agarró del brazo y la vi discutiendo con su madre. Mamá me abrazó y la vi paseando por París con Mi padre (antes de que papá se volviera gilipollas, claro). Victor me rozó al pasar y vi a un niño triste haciendo una maleta.

Víctor.

Me había prometido no volver a hablar de él, mucho menos a escribir. Me había prometido no pensar en Víctor, no recordar a Víctor.

Claro que esto tampoco es culpa mía ¿no?

No puedo evitarlo. Ni lo de Víctor ni lo de las visiones.

Por fortuna, hasta ahora no he visto nada muy privado. Solo escenas domésticas, cosas sin ninguna importancia. Pero me pregunto qué pasará el día que esto cambie.

El día que vea algo más.

Algo que nadie debería haber visto.

1 comentario:

  1. el pasado es nuestra cruz, no tengo duda!
    En nuestros ojos se reflejan los recuerdos, lo vivido! Magia tenemos en nuestra voz cuando somos capaces de imaginarnos un camino, uno aún por recorrer y lo plasmamos en el papel. Bonito relato, mi estimada compañera!

    Besos y Abrazos
    Víktor

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