martes, 16 de noviembre de 2010

En una habitación de hospital

En una habitación de hospital el tiempo pasa muy despacio. Alguien debería estudiar eso.

Vas a una fiesta y las horas pasan volando. Pero en otras circunstancias - por ejemplo, las mías - las horas parecen tener doscientos minutos.

Mi madre está todo el día conmigo. Se ha pedido vacaciones en el trabajo. Mi padre también viene, claro, pero mucho menos.

Supongo que en la duración de sus visitas influye mucho la cara de pocos amigos que le pongo.

La pierna me duele mucho, a pesar de los calmantes. Tanto, que empiezo a arrepentirme de lo que he hecho. Ya ni siquiera me compensa pensar en el coche escacharrado de la tía Lou.

Hoy por la mañana vino un psicólogo, o un psiquiatra o no se qué. Estuvo hablando conmigo mucho tiempo. Me preguntó por qué lo había hecho, refiriéndose, supongo, a lo de estrellar el coche de Lou.

¿Qué iba a contestarle? "Lo hice porque quería fastidiar de alguna forma a la traidora de mi tia Lou, y si todo hubiese salido según lo previsto y los airbags no se hubiesen quedado enganchados, ella ahora estaría sin coche y yo partiéndome de risa sana y salva". También podría ponerme chula y contestarle "lo hice porque me dio el punto". Pero eso hubiese sido una tontería, y tampoco es buena idea el ponerme a este hombre en contra. Contar con las simpatías de los médicos es importante cuando uno tiene que estar en un hospital.

Pero como no le puedo contar la verdad, y cualquier cosa que diga no hará más que empeorarlo todo,  tiré por la calle de enmedio.

Le dije que no me acordaba de nada. Él pareció quedarse conforme, lo cual me hace pensar en dos posibilidades:
a) que soy una gran mentirosa capaz de colársela a todo el mundo, incluso a un psiquiatra
b) que el psiquiatra que me han mandado es un capullo integral al que es muy sencillo tomar el pelo.

En cualquier caso, es muy sencillo eso de refugiarse en la falta de memoria. "No me acuerdo" es una respuesta muy cómoda cuando no puedes contar la verdad

2 comentarios:

  1. A veces las mentiras son grandes verdades... A ver si mejoran las cosas y la pierna.

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  2. No me acuerdo es la excusa perfecta de los borrachos pero tiene algo como de perdedor que mola mucho. Valeria, al psicólogo, ni caso. Te recomendaría que si no sabes jugar al ajedrez pidieses un tablero y un manual y aprovechases las horas muertas para aprender. Es divertido y creo que instructivo. Y tranquila, que al final, la pierna deja de doler.
    Un abrazo.

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