domingo, 14 de noviembre de 2010

Las cosas no siempre salen como uno quiere

Acabo de aprenderlo: uno hace planes, pero luego no es tan sencillo que todo sea como habíamos imaginado.

He estado ocho días en coma. Sí, sí, habéis leído bien: ocho días completos.

Si lo recordáis, mi intención era cogerle el coche a la tía Lou y estrellarlo contra el muro de la casa de Silvia. Hasta ahí, las cosas fueron como la seda. El coche de Lou tenía las llaves puestas, y pude sacarlo sin que ella se enterara.

No había un alma por la urba, así que nadie vio a una cría conduciendo un coche. Cuando vi la casa de Silvia, pensé que estaba de suerte: había aparcado su vespino justo delante. Su vespino rosa, tan pijo como la propia Silvia.

Para darme valor, y durante unos segundos, recordé todas las cosas malas que me habían pasado durante la semana. La ruptura con J. La traición de Silvia. Mis compañeros ignorándome en el colegio. El abandono de papá. Mi madre llorando. La tía Lou besando a mi padre y luego yendo de colega enrollada.

Respiré hondo y me deseé suerte a mí misma. Aceleré a tope, le di un buen trompazo a la moto y luego me incrusté contra el muro. De la casa

Hasta ahí, perfecto. El coche estaba destrozado, lo mismo que la vespa de Silvia y el muro de su casa.

Pero hubo un pequeño fallo. Corrijo: un fallo muy grande.

Los airbag no saltaron. Claro que yo no tuve tiempo de enterarme.

Así que aquí estoy,en una cama de hospital, después de más de una semana en coma, con la cabeza como un bombo y una pierna rota por nosecuantos sitios.

Pero eso no es lo peor. Lo peor os lo contaré mañana.

2 comentarios:

  1. Y qué se ve cuándo se está en coma? Que hay del punto de luz al fondo del pasillo oscuro?

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  2. Menos mal... Ya sigue el blog. Estoy enganchada. Qué locura lo del coche. Y qué pasó, ¿algo con tu madre o el chico ese? ¿Vino a verte al hospital? Sigue contando please...

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