miércoles, 17 de noviembre de 2010

Todo se cura

Alguien me lo ha dicho: tu pierna mejorará.

Eso espero, porque si no fuese por los calmantes no podría pegar ojo por la noche. Mi pierna está ahí, con unos cuantos clavos dentro - supongo que ahora pitaré en los arcos detectores de metal - y un aspecto no demasiado bueno, pero puedo imaginármela dentro de algún tiempo, cuando tal vez haya recuperado toda la movilidad y ella, mi pierna, vuelva a ser como antes.

La cuestión es: ¿y el resto de las cosas? ¿También mejorarán? ¿Volverán a ser como antes?

La respuesta a esto último es: no. Nada puede ser como era hace tres meses. Y más aún: nada puede ser como era justo antes de mi accidente.

Les he mentido a todos. A mi padre. A mi madre. Al médico. A todos les he dicho lo mismo: "no me acuerdo de nada". Pero sí lo hago. Me acuerdo perfectamente de todo. Sólo que es preferible que ellos no sepan qué es ese todo.

Hasta ahora, yo siempre había tenido secretos. Es lógico. Los niños los tienen. También los adolescentes. Secretos con sus amigos, con sus compañeros. Y, sobre todo, con sus padres.

Yo no podía contarle a mi masdre, por ejemplo,que en el viaje de fin de curso del año pasado me había enrollado con un chico de clase. No fue nada del otro mundo, pero a mi madre no le gustaría saber que a su niña - eso soy para ella . le había metido mano un chico de su edad.

Tampoco podía contarle hasta donde habíamos llegado J. y yo cuando salíamos juntos, aunque ella intentaba hablar conmigo de esas cosas. Yo me negué en redondo. No soporto a las madres que quieren ser amigas. Tengo muchas amigas (en realidad, las tenía...), pero prefiero que mi madre no sea una de ellas.

Y esos eran mis secretos. Mis grandes, inconfesables secretos. Nunca pensé que pudiese tener dentro algo mucho más importante.

Ahora es así, y tengo que enfrentarme a ello. Mi gran secreto, el secreto que no puedo compartir con nadie, es la razón por la que estrellé el coche de Lou.

Empiezo a pensar que lo que hice fue una terrible estupidez, pero ya no hay vuelta atrás. Me consuelo pensando que mi pierna mejorará... en cuanto al resto, ya veremos qué pasa.

3 comentarios:

  1. Sinceramente las madres no son las mejores confidentes... Yo hubiera hecho lo mismo. Vamos Valeria

    ResponderEliminar
  2. Bien dicho Antonio.
    Suscribo la opinión de Rosa, aunque hay madres enrrolladas.

    ResponderEliminar