lunes, 24 de enero de 2011

Mirar hacia otro lado

Tara me dijo que Víctor y ella se enrollaron el año pasado. Pues bueno. A mí, la verdad, lo mismo me da. Es cosa de ellos dos ¿no? Yo a Tara casi ni la conozco. En cuanto a Víctor... bueno, pues todavía no conozco menos que a Tara. Y me importa una mierda los rollos que se traigan el uno y la otra.

Sigo mi proceso de adaptación a Bline. Ya me voy acostumbrando al frío extremo de este pueblo. Y yo me quejaba del que hace en la sierra! Esto es otra cosa, os lo digo yo.

Por otro lado, tengo que reconocer que es bonito. La nieve, y todo eso. Los abetos, tan blancos bajo el peso del hielo. Los carámbanos. Las macetas con flores de pascua que aún cuelgan de las farolas, aunque hace mucho que acabó la Navidad. Los tejados de pizarra.  Y las casas de piedra, todas iguales.

Todas iguales, sí.

Y eso es algo que no acaba de gustarme. Esa uniformidad: en este pueblo, da la sensación de que todos se parecen unos a otros.

Eso hace que me sienta como un elemento extraño. Aunque no soy la única: Víctor tampoco es como los demás. Me doy cuenta de que cuando alguien hace un broma y todos se ríen al mismo tiempo, solo Víctor y yo nos quedamos como cortados. Como si no entendiésemos qué es lo que les hace tanta gracia a los otros. Hoy, cuando todos se desternillaban con una tontería que había dicho Toño, Víctor y yo nos quedamos callados y nos miramos.

Víctor.

Tara está loca por Víctor. Y Tara es amiga mía.

Así que debería empezar a mirar hacia otro lado. Por mucho que sigan atrayéndome los ojos de Víctor.

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